Horror Tours: trabajando con clientes desordenados

La siguiente historia la envió Sebastian, desarrollador web venezolano, que nos demuestra que en todos lados, infortunadamente, los clientes malos se parecen.


Todo empezó en un momento en que invertimos (una compañera y yo básicamente) algunos recursos publicitarios para darnos a conocer, por aquel entonces aun era empleado y poco a poco iba haciendo proyectos para ir creciendo como empresa, algo bastante difícil en la desastrosa situación económica de mi país.

De pronto, un Domingo, me llama un sujeto que estaba interesado en que le desarrolláramos dos sitios web en conjunto con un trabajo de posicionamiento en redes sociales, pensamos algo como «¡Un cliente nuevo! ¡La publicidad estaba surtiendo efecto» así que de inmediato tomamos datos de contacto y acordamos una reunión.

Ese día todo fue genial, ellos ya tenían su hosting y dominio reservados asi que sólo se trataba de un rediseño web, la persona (al que llamaré Dani) lucía muy seguro, yo le hacía preguntas sobre las claves de acceso a sus dominios y sobre el tipo de plan que usaban y para serte sincero quede impresionado, pensé que sería un trabajo bastante placentero debido a que todo parecía estar en orden… Parecía.

Primero les envié el presupuesto con una clausula que indicaba que debía abonarse el 50% al comienzo y después del desarrollo se debía abonar el 50% restante, me escribió diciéndome que me pagaría solamente el 20% y «después que vayamos viendo, te iremos pagando«… muy mala señal…» pensé), le respondí diciéndole que para empezar a trabajar requeríamos el 50% y de no ser así lamentablemente no podíamos comenzar a trabajar.

Pagó el 50% y empezó el desarrollo… Perdón, el infierno. Le pedí los accesos a sus dominios y no sabía de lo que le estaba hablando, después de diez correos explicándole que cada proveedor de hosting le ofrece acceso con un usuario y una clave fue que logró dar con los datos requeridos, así pues me di cuenta de varias cosas:

1) El hosting que usaba era limitado, al punto que después de varias visitas el ancho de banda quedaba copado y quedaba bloqueado hasta  que se renovara el mes (algo terrible si quieres que Google te indexé, de igual modo le ofrecí que podíamos mover el dominio a otro proveedor de hosting pero me comentó que estaba hasta los mismísimos de gastos publicitarios para su agencia y que de momento no estaba contemplado).

2) El espacio era ínfimo (100 megabytes, unas cuatro canciones de Iron Maiden) lo que dejaba poco margen de maniobra a la hora de subir imágenes por mencionar algo de tantas cosas que se hacen en un desarrollo web.

3) «Googleando» conseguí que la misma empresa tenía ¡otros sitios web! pero por algún motivo renovaban dominios nuevos, yo le hice la mención a Dani sobre esto (para que todos esos dominios redireccionarán al principal) y me comentó que no tenían las claves de esos dominios ¡¡Cada cierto tiempo olvidaban las claves y se veían obligados a abrir otros dominios cuando querían actualizar!!

Otra cosa que me di cuenta es que las antiguas webs era un total desastre a nivel de diseño y programación (pensé «bueno, por algo esta solicitiando rediseñarla«), así que me dediqué y les ofrecí un diseño el cual quedaron bastante satisfechos: era responsive (adaptable a cualquier tamaño de pantalla), también le dije que sería buena idea que hiciera una sesión de fotos a sus empleados para colocarlos en la página (no sé en México pero en Venezuela es algo que suele hacerse) a lo que respondió «pronto lo haremos, es que las muchachas tienen que ir a la peluquería primero jeje«, eso nunca ocurrió.

El desarrollo no fue un proceso especialmente doloroso pero si tedioso, más que nada por la información que suministraban, recibía montones de correos con archivos de Word, PDF y fotos dispersas con un «agrégalo a la web«, bueno, me tocó comerme unas cuantas verdes como decimos aquí, pero para serte sincero, eso no fue nada comparado con lo que vivió la chica con quien trabajo, todas las noches, mientras desarrollaba el proyecto nos quejábamos por Whatsapp de la forma de trabajo de Horror Tours, eran desordenados, pero bueno, no todo es perfecto pensamos.

Se concluyó el desarrollo y pagaron el 50% restante (¡Whoo!), le comenté que si deseaban que le actualizara la web debían cancelar una mensualidad, más que nada porque la misma necesitaba «nutrirse» de promociones, paquetes turísticos, etc… Y aceptaron de buena gana, así que empezó la segunda etapa: el mantenimiento.

Es aquí cuando la historia se pone peliaguda, es que como diseñadora que eres seguramente te llevarás las manos a la boca a leer lo que se viene, porque es aquí donde comienzan las escaleras al infierno profundo, donde los niños lloran y caminan demonios con piernas de cordero, es aquí donde Horror Tours se lució a lo grande.

Durante el primer mes pedimos que nos pasaran las promociones para colocarlas en la web y para darles rotación en las redes sociales, también solicitamos los artes para los mismos efectos, ¿Qué recibimos?: imágenes pegadas en los correos, imágenes pegadas en archivos de word, ¿quieres saber lo más triste? las promociones eran copiadas de otras agencias de viaje y la enviaban con aquella falta de vergüenza. Les llegamos a comentar que esos artes pertenecían a otra agencia y respondían que no importaba siempre que no se hiciera mención a esa agencia (¿?).

No sólo eso, le comente a Dani que necesitaba unos artes para colocarlos en el banner de la página (el cual tiene un efecto slide bien chulo oye tu) y note que pasaban los días y no recibí nada, desde que comenzó el mantenimiento pedí que me pusieran en contacto con «su» diseñador gráfico para poder coordinar lo que se necesitaba pero Dani siempre era esquivo al tema. Por norma aquí todas las agencias de viaje poseen un diseñador gráfico que constantemente esta generando artes promocionales. Dani me comentó que su diseñador ya no estaba con ellos, así que pensé en lo evidente: nunca tuvieron diseñador y la antigua web fue hecha por ellos mismos para ahorrarse unos duros. Todo encajó.

Le comenté que podría ponerle en contacto con un diseñador que nos sacara del apuro pero al recibir en mi Whatsapp como respuesta un «ok, pero que sea un diseñador rápido y barato» (textual) se me quitaron las ganas, y de verdad sentí hasta indignación y no pensé en hacerle la maldad a nadie así que dejé que ellos mismos buscaran su diseñador «rápido y barato».

Pasaron algunos días y le comente a Dani que sus promociones deben estar en el frontpage así que en poco tiempo recibi algunos ARCHIVOS DE POWER POINT pésimamente diseñados, le comenté que no era lo idóneo y que requeríamos al menos algo en JPG. Yo ya había perdido el interés y fue él mismo quien me comentó que ya «el problema del diseñador» estaba resolviendose… Su esposa había comenzado un curso de Diseño Gráfico.

Así pues, recibíamos los «artes» y me limitaba a cobrar por el trabajo (ya dejé de insistir), la web la saque del portafolio de la empresa porque aunque tiene un diseño muy moderno, los artes la «embarraron» por completo y la verdad quedó bastante fea. Todos los artes eran hechos con Power Point y obviamente jamás se decantaron por pagarle a algún diseñador para subir la imagen de su empresa. Lo más insólito es que Dani me llegó a comentar en una ocasión que los artes estaban «quedando bonitos», yo sólo me limité a  no decir nada. Con respecto a las redes sociales pasaban cosas surrealistas, el trabajo de posicionamiento se perdía porque de pronto ellos insertaban publicaciones personales, así pues, veías en las cuentas oficiales de Horror Tours fotos de los dueños bañándose en la playa haciéndose menciones entre ellos ¡que poco serio!

Entonces con los meses siguieron los problemas, como la web se quedaba sin ancho de banda tras pocos días se perdía la indexación de Google, no bastó con que se lo comentara al comienzo, tuve que explicárselo varias veces porque no sé si es que se hacía el que no entendía o que. Me escribía a todas horas, todos los días por cualquier tontería de la web pensando que éramos soporte técnico de su empresa (incluso llego a pedirnos que abriéramos una cuenta Gmail, algo que no ocurrió desde luego), en los casos de caídas del servidor siempre lo remitía con un «escríbale al proveedor de hosting«.

Finalmente decidieron cambiar de hosting por uno comprado en el norte y pasamos de Guatemala a «Guatepeor» porque lo hicieron sin consultarme y provocó que unos scripts dedicados a enviar correos (para petición de paquetes turísticos) dejaran de funcionar. En ese momento me encontraba de viaje y les dije que para esas cosas tienen que avisar para poder adaptar el código de la página al nuevo servidor pero ellos se expresaban de una forma como que era mi culpa cuando ellos jamás me avisaron del cambio. Finalmente  dejé la plataforma operativa.

Dani tenía la mala maña de que cada vez que surgía un problema me escribía por Whatsapp explicándome con larguísimos mensajes el alto gasto publicitario que tenían en prensa y radio (como si aquello era mi problema, igual nunca vi ni escuché un solo anuncio de ellos), textualmente me dijo que la agencia no estaba vendiendo mucho y que «tendría que pagarme con sus ahorros personales», creo que esperaba que le bajara el precio a los servicios, yo me limité a ignorar esto, pero esa maña era de muy mal gusto.

Decir que entre esos meses y justo ahora el servicio era intermitente porque no cancelaban de forma continua; un mes decidían hacer cambios, pero el otro mes no. Le comenté que así es muy difícil tener posicionamiento integrado de la web con las redes sociales, porque para ver un resultado medianamente decente de posicionamiento se necesitaba al menos seis meses de arduo trabajo. Nunca pudimos trabajar ni tres meses continuos; lo más insólito es que me escribió diciéndome que «el posicionamiento de facebook no funcionó, asi que probaría con instagram» yo le expliqué que así no era como funcionaba pero él insistió y de nuevo: me limité a cobrar.

Pasó un largo tiempo donde no supimos nada de ellos hasta que empezó a escribirme sobre un problema donde los correos no le llegaban (sí, los famosos scripts de la página), así que bueno, nada me quitó revisar y vi que los scripts estaban en orden; al parecer tocaron algo en la configuración de los servidores pero yo ya estaba muy cansado de ellos, seguramente hicieron algún cambio y pensaban que les iba a trabajar gratis; les comente que ya no hacíamos trabajo de mantenimiento lo cual me deseo suerte en mis proyectos. A los pocos días me escribió diciéndome que el dinero no era problema, que necesitaba ayuda, lo cual le dije que lamentablemente todo nuestro talento humano estaba enfocado en otros proyectos.

Lo último que supimos de ellos fue hace un par de semanas cuando le escribió a la chica Community Manager sobre la clave del Instagram (sí, la perdieron, al igual que sus dominios) a las 10.00 PM. Fue algo muy molesto, ella desde luego envió un correo diciéndole que al momento de dejar de ofrecerles el servicio de mantenimiento esa información estaba en un correo electrónico enviado a ellos.

Salir de ellos no fue una decisión para nada dura, cuando Dani nos volvió a escribir ya veíamos el infierno que se nos venía: un cliente molesto, mala paga, desordenado y profundamente ignorante. ¿Quieres una moraleja de todo esto? a veces no sirve de nada educar a tus clientes, si trabajan mal te salpicará y te ganarás unas cuantas úlceras gratuitas.


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Los falsos buenos clientes

El siguiente post invitado me lo envió el querido Misael, un diseñador gráfico que como yo,
andaba expresando su descontento en Twitter.


Tener un cliente que respete nuestro trabajo, que pague lo justo y a tiempo, es una de las metas de todo estudio de diseño o diseñador freelance. Pero existe un tipo de cliente que se aprovecha de estas necesidades y utiliza una falsa personalidad empática para lograr sus propósitos.

Dirigir y trabajar en un estudio propio de diseño gráfico implica muchos retos, entre ellos la búsqueda de proyectos (una de las partes más engorrosas del negocio). Por eso, cuando un proyecto llega sin buscarlo, difícilmente querremos rechazarlo.

Por recomendación de un amigo, nos llegó lo que parecía ser un «proyecto importante», mismo que consistía en desarrollar los contenidos gráficos/animados para cursos en línea que están financiados por una institución de salud pública del país. Nuestra clienta resultó ser la colaboradora ideal (eso creíamos). Tenía muy buena actitud y parecía del todo profesional.

El acuerdo era el siguiente: Podíamos dejar de trabajar con ella en cualquier momento, siempre y cuando fuera a fin de mes (ya que tanto las tareas asignadas como los pagos, eran entregados mensualmente).

La comunicación comenzó siendo óptima, pero olvidamos un detalle crucial: el contrato. Al principio dudamos de si dárselo a firmar o no. Sin embargo, al finalizar el primer mes de trabajo y con ello el pago de manera puntual, se ganó toda nuestra confianza.

Trabajamos durante casi un año con este proyecto, aparentemente de manera estable, pero conforme pasaban los meses las cosas comenzaron a ponerse extrañas ya que nuestra clienta se volvía cada vez más amigable y aparentaba tener más confianza con nosotros. Con ello comenzó a entregamos más cantidad de trabajo del que habíamos acordado, alegando que su jefe la presionaba y que si no lo cumplía tendría problemas legales.

Caímos en el juego. Creyendo que estaba pasando un mal momento, aceptamos continuar con el flujo de trabajo. Esto no paró ahí, ya que mientras ella seguía intentando ser «nuestra amiga» (incluso contándonos que se estaba divorciando y que tenía problemas con la custodia de sus hijos), nos pedía realizar más trabajo por el mismo precio.

Al darnos cuenta de esta técnica tuvimos que negociar el aumento de precio, mismo que ella aceptó, aunque excediéndose todavía más con la carga de trabajo: Nos pedía cambios «urgentes» (en su mayoría errores de ortografía en sus textos), fuera del horario de trabajo, nos buscaba por WhatsApp todas las mañanas y nos marcaba sin cesar. Incluso comenzó a chantajearnos para que trabajáramos los fines de semana, amenazándonos con contratar a otros diseñadores si nosotros no aceptábamos. Cansados, nos mostramos inflexibles, así que decidió buscar a otros diseñadores que cumplieran con sus requerimientos y nosotros aceptamos terminar el proyecto ahí. Le entregamos los materiales completos del mes y quedamos en espera del pago.

Unos días después, volvió como si nada diciendo que había conseguido más tiempo con su jefe para que nosotros termináramos de trabajar todo lo que ella necesitaba. Que continuáramos. Confundidos, le recordamos que las dos partes habíamos acordado ya no continuar trabajando juntos. Ella se enfureció e incluso llorando nos aseguró que la estábamos metiendo en muchos problemas, pero que estaba bien, que ella sí era profesional y que sabría resolverlo.

Decidimos esperar una semana y tuvimos que recordarle el tema del pago de ese mes. Sólo nos contestó que estaba muy enferma a causa de los problemas que le había acarreado ese proyecto y que estaría incapacitada de forma indefinida.

Sabíamos que nos había engañado y que tal vez no éramos los primeros en caer en su juego. No teníamos contrato con qué pelear el trabajo realizado, pero decidimos asesorarnos con una abogada. Afortunadamente, ella nos mencionó la posibilidad de una demanda laboral, a través de la cual podríamos pelear con las pruebas que teníamos del trabajo realizado.

La abogada se puso en contacto con nuestra ex-clienta y para nuestra sorpresa aquella persona amable que nos contrató por primera vez ahora se había convertido en alguien sumamente déspota que negaba toda relación laboral con nosotros.

Quedamos un muy decepcionados con nosotros mismos por haber creído en ella, y por haber pensado que la confianza es un elemento de peso para mantener una relación de trabajo sana. No lo es.

Aunque cansados por tanto trabajo y heridos moral y económicamente, decidimos poner en marcha el proceso legal con el fin de que esta mujer supuestamente profesional pague por el trabajo que con tanto esfuerzo realizamos.

Recuerden:
—No importa qué tan cercanos o buenos parezcan ser nuestros clientes: los negocios se rigen por acuerdos legales, no por sentimientos.
—No importa qué tan pequeño sea tu negocio o si eres freelance. El tener y respetar tu metodología de trabajo, además de manejar siempre un contrato, te ayudará a atraer a los clientes correctos.


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No compres problemas ajenos: un proyecto torcido

Este post es una colaboración de un querido amigo que nos comparte una experiencia poco agradable con un intento de cliente.

Voy a comentarles un episodio engorroso en el que un prospecto (que ni siquiera llegó a cliente) me enfadó por su actitud.

Hace un par de semanas me contactó a través del chat de Whatsapp una casa productora de video para que los apoyáramos desarrollando un proyecto pequeñito de realidad virtual. Lo curioso es que supieron que en mi negocio tenemos capacidad para realizar este tipo de proyectos gracias a que publicamos una muestra de nuestro trabajo en Facebook. Debí empezar a desconfiar porque, pesar de que les ofrecimos atender su solicitud a través de nuestra línea fija de teléfono, ellos insistieron en utilizar como teléfono el Whats.

El proyecto era verdaderamente pequeño pero de carácter urgente, para publicarse en redes sociales al día siguiente; podríamos haberlo desarrollado bastante fácil con el equipo de baja resolución (HDTV) que tenemos en la oficina. Coticé dos días de trabajo (la locación donde se capturaría parte del proyecto está fuera de la Ciudad de México, por lo que el proyecto se capturaría un día y se procesaría al siguiente, con carácter de urgente pero sin un sobreprecio elevado).

Nosotros tendríamos que capturar un evento de premiación, por lo que la ocasión era irrepetible, tenía que capturarse bien al primer intento y tenía que publicarse mientras la premiación fuera aún noticia fresca.

La solicitud de trabajo la recibimos un jueves para ir a la locación el sábado siguiente. El viernes estuvimos esperando la llamada de nuestro prospecto para confirmar (o cancelar) la solicitud, de manera paralela estuvimos ajustando nuestra agenda para poder cumplir con el proyecto si se confirmaba. Esta llamada nunca llegó.

La siguiente semana, por ahí del miércoles volvimos a recibir una llamada por Whats; era nuestro prospecto informándonos que habían decidido comprar un equipo de alta resolución (4K) para desarrollar ellos mismos el proyecto e iban a requerir únicamente que nosotros les ayudáramos con el armado y programación del mismo para compartirlo en redes sociales. En ese momento yo todavía creía, ilusamente, que podíamos apoyarlo de alguna manera y llevar a cabo un negocio pequeño pero interesante, así que pregunté cuáles eran las características del equipo que habían comprado y cuáles eran los ajustes que utilizaron en las cámaras de video del mismo. En ese momento me di cuenta que no habían capturado el evento de manera óptima y que desarrollar el proyecto, si acaso se salvaba el material que capturaron, sería un trabajo muy complicado. Calculé que aproximadamente se llevaría también un par de días de desarrollo cuando menos así que les ofrecí el mismo precio que para la opción de desarrollo que no tomaron.

Inmediatamente, el prospecto reclamó; no le parecía correcto que le cobráramos lo mismo porque ellos proporcionarían los archivos fuente para desarrollar el producto final. Además habían invertido en comprar el equipo para capturar el evento. En ese momento, consulte con mi socia y decidimos no colaborar con ellos.

Analizando el desarrollo de este proyecto que «no fue» encontramos varios elementos que debieron prender nuestras alarmas de cliente malo y que, por la premura, pasamos por alto:

  1. Solicitaron nuestro trabajo dos días antes de que se llevara a cabo un evento que tenía una fecha preestablecida desde por lo menos un mes antes ¿por qué no nos contactaron antes?
  2. El prospecto nunca se comunicó con nosotros por un medio distinto al Whats. Nunca levantó el teléfono para hacer una llama y procuró siempre comunicarse de la manera más baratita posible: no estaba dispuesto a pagar los minutos de teléfono fijo o celular de una conversación telefónica con nosotros.
  3. Su casa productora está trabajando para las oficinas en México de una de las agencias de publicidad más grandes del mundo, y no se atrevieron a decirles que ellos no desarrollaban el tipo de material que les estaban solicitando: optaron por no decir NO a su cliente, aunque eso implicó comprometerse a desarrollar un proyecto que no sabían si podían desarrollar. Este es el peligro que corren muchas agencias/casa productoras, etc. que se comprometen a desarrollar proyectos para los cuales tienen que subcontratar a otros proveedores.
  4. Decidieron ahorrarse el dinero de contratar a un experto (yo) con años de experiencia desarrollando el contenido que necesitaban y prefirieron invertir en comprar un equipo que no habían utilizado nunca (y que, por sus comentarios, configuraron de manera errónea).
  5. Compraron el hardware sin contar con el software necesario para realizar su proyecto (este síndrome debe tener algún nombre).
  6. Cuando nos pidieron ayuda para completar el trabajo, evaluaron,para su conveniencia, que debía costarles menos que el desarrollo completo. No estaban conscientes de los costos de corregir una grabación que se  capturó mal.

Como colofón: recibimos un último mensaje de Whats, dándonos las “Gracias por Nada”, mencionando su disgusto porque “entre colegas nos ponemos el pie”.

Confío en que esta experiencia me permitirá identificar a los malos prospectos antes de invertirles tiempo.

Cuando decirle SÍ a un prospecto

 

Constantemente los diseñadores, ilustradores, fotógrafos y demás entes crativos nos quejamos de los clientes malos, de sus solicitudes ridículas, de sus constantes cambios y la falta de seriedad a la hora de pagar. A veces pensamos que a los clientes les gusta jugar con nuestro tiempo, que son indecisos por naturaleza y reacios a valorar nuestro trabajo creativo.

Si bien parte o todo esto puede ser real para un cliente en particular lo cierto es que son pocos los que se preocupan por explicar cómo debe iniciarse una relación de servicios creativos.

La urgencia de ganar un cliente

Cuando los freelanceros tenemos una mala temporada esperando que caiga el próximo cliente podemos caer en el error de decirle SÍ al primero que pase. A veces algunos prometeran cosas que no podrán cumplir, como un fecha de entrega, otras trabajarán bajo condiciones poco dignas como la de ofrecer precios de hambre.

Hay clientes que huelen la desesperación de los freelanceros y abusan de la situación de poder que les otorga la promesa de pagar por un servicio. He visto diseñadores que se tiran al piso y patalean porque un cliente no les pagó un trabajo de $400 pesos. Para empezar ¿realmente conviene tener clientes con una facturación de $400 pesos? ¡Por supuesto que no! Si tus servicios son demasiado simples, baratos,comunes y corrientes tendrás que contar con MUCHOS clientes para que tu trabajo pueda darte de comer.

Yo prefiero invertir tiempo y recursos en pocos proyectos más redituables. Por eso mismo descarto los prospectos que, desde la primera llamada, mencionan que necesitan algo «sencillo» que, en el fondo, quiere decir que quieren un servicio barato.

Las primeras preguntas son clave

Hace unos días platicaba con la manager de eventos de un local en Polanco que tiene muy claras las preguntas que le debe hacer a un prospecto cuando llama:

  • ¿Qué tipo de evento desea realizar? (boda, presentación de libro, fiesta de cumpleaños, etc.)
  • ¿Para qué fecha tiene pensado el festejo? ¿será de día o de noche?
  • ¿Cuántas personas tiene en mente?
  • ¿Qué tipo de comida/bebida desea?

Con esta preguntas básicas ella se puede tener una idea clara del tipo de cliente que la está contactando. También puede deshalentar a los preguntones que sólo quieren saber precios, pero que realmente no tienen el presupuesto requerido para realizar el evento de sus sueños. Me platicó que, después de muchos «tira y afloja» con un prospecto que quería cotizar la comida de fin de año de una empresa, llegó a la conclusión de que el presupuesto que tenían no alcanzaba para más que una comida colectiva en el VIPs. Entonces se vió obligada a desanimarlo de la mejor manera: le dijo que la reservación del día se realizaba en el momento que depositaran el anticipo del %50 (que por cierto no era reembolsable si decidían cancelar la reservación con menos de 15 días). Obviamente el prospecto no regresó.

Nota al margen ¿Cuántos de ustedes todavían creen que es «de mal gusto» hablar de anticipos con los clientes?

Con este ejemplo en mente ¿cuáles son las preguntas clave que deberías recabar de un prospecto desde el primer contacto? Redáctalas e imprímelas para tenerlas siempre a la mano.

El factor tiempo

Ok, ya le enviaste la cotización al prospecto y te dijo que has sido el elegido por los dioses para realizar el trabajo ¡felicidades!.. pero no te olvides de poner por escrito las fechas en las que deberán suceder el pago del anticipo, las revisiones, la entrega definitiva y el pago final. Me consta que los proyectos más atractivos se vuelven una pesadilla cuando el no quedan claros algunos puntos como estos:

  • El cliente no considera indispensable cumplir con el pago del anticipo para iniciar formalmente el proyecto. Si tú no aclaras este punto entonces no te quejes cuando el cliente se demore en realizar los pagos. Las compañías telefónicas saben que es suficiente con cortar el servicio para que sus clientes corran a pagar sus adeudos.
  • El cliente piensa que puede solicitar todas las modificaciones que se le antojen durante el proceso creativo, aunque impliquen más horas de desarrollo que las contempladas originalmente. En tu cotización deben quedar asentadas el número de revisiones que incluirás por el precio pactado y aclarar cuánto cuesta el trabajo adicional no contemplado. Aclara que el pago será por un proyecto específico y que no te está pagando por estar disponible incondicionalmente durante el tiempo que dure el desarrollo.

Recuerdo a un cliente que tuve en Cuernavaca que se le hizo facil pedirme que llevara algunos cheques a su oficina en la Cd. de México pues «me quedada de paso». Obviamente le dije que no. Luego me enteré que solía hacer este tipo de solicitudes a sus proveedores, como la de recoger a sus hijos del colegio pues «les quedaba de paso».

  • Al cliente no le urge el trabajo, así que puede dejar de darte retroalimentación por periodos variados. Es indispensable que acuerdes desde el principio la fecha de entrega, aunque sea aproximada, porque no es lo mismo perseguir a un cliente durante un mes que durante medio año.

Me interesa que quede claro que muchas veces nos quejamos de situaciones con los cliente que simplemente son nuestra culpa. Son resultado del miedo o la pena que nos da dejar las cosas aclaras desde el principio, por temor a que el cliente se moleste y se vaya; pero ¿no sería mejor que un cliente malo se autodescalifique desde el principio y se vaya antes de que invirtamos nuestro valioso tiempo y cerebro en un proyecto que se vislumbra poco rentable?

 

Concursos de diseño: entra bajo tu propio riesgo

 

Esta semana mi querida @azulaureo trajo a mi atención dos convocatoConvocatoria El Bronco2rias de concursos de diseño bastante peculiares pues ambos ofrecen premios altamente cuestionables.

El primero se trata del diseño del logotipo para el nuevo Gobierno de Nuevo León, representado por el polémico Jaime Rodríguez, alias El Bronco, que en un afán incluyente y confianzudo convoca a «que la raza participe (sic) y de entre sus propuestas se defina un logotipo para darle cuerpo al lema Nuevo León, donde lo imposible se hace posible«.

De entrada la convocatoria suena muy atractiva, pues se trata de un logotipo que acompañará el inicio de un gobierno muy particular, que comenzó a hacer historia desde que El Bronco anunció su candidatura independiente. Ahora, en su carácter de Gobernador Electo, su equipo de comunicación social se atreve a realizar este concurso cuyo fabulosísimo premio consiste en…

¡¡Una cena con el Gobernador electo!!!

Probablemente este valiosísimo premio podría ser visto como una oportunidad de oro para más de un periodista que desearía compartir los alimentos, a la luz de las velas, con el carismático Bronco, pero estoy segura de que la mayoría de los mortales preferirían que sus esfuerzos «diseñísticos» estuvieran reconocidos con alguna cantidad de común y corriente dinero. Sobre todo pensando que, como lo describe la convocatoria, «Todas las propuestas pasarán a ser propiedad del Gobierno del estado de Nuevo León«, dejando a los participantes sólo con «los derechos morales del autor«.

Como era de esperarse de un concurso que está abierto a cualquier mexicano que pueda sostener un lápiz o manipular un mouse, tiene un simpático nivel de propuestas que rayan en lo cómico-trágico (ver galería).

La convocatoria dice que el 2 de octubre se daría a conocer al afortunado ganador, pero la página de internet aclara que será hasta el día 12 cuando sabremos cuál imagen habrán preferido los usuarios de Facebook.

Plan con maña

AANS UNAM 2El otro concurso de logotipo lo convoca la American Association of Neurological Surgeons (AANS) Capítulo UNAM cuyo tentador premio es un viaje de 7 noches y 8 días para dos adultos y dos niños a alguno de los paradisíacos resorts de lujo que maneja la empresa Vida Vacacions . Este premio sonaría increíblemente bien si no fuera por dos pequeños detalles:

  • Las letras chiquitas de las especifiaciones dicen «El premio no incluye impuestos, alimentos ni bebidas, propinas ni cualquier otra actividad o servicio que se desee adquirir o solicitar en el desarrollo.» Esto significa que el feliz ganador tendrá que afrontar los gastos derivados de la alimentación de cuatro personas, durante una semana, en su estadía en la Riviera Maya, Los Cabos o, ya de menos, en Acapulco. ¿Alguien quiere hacer las cuentas de a cuánto dinero puede ascender este gasto? Ojalá haya un Walmart en las cercanías del resort de lujo.
  • Investigando un poco sobre la empresa Vida Vacations resulta evidente que se trata de un negocio que se dedica a la venta de tiempos compartidos, por lo tanto me resultaría muy raro que no intentaran convencer al ganador, con sus conocidas y persuasivas técnicas de ventas,  para que adquiera una membresía.

Visto así ya no se ve tan atractivo el premio que ofrece la AANS ¿o sí?

Consideraciones generales sobre la participación en concursos

Además de las sabias advertencias que hace el sitio Graficopio.com sobre los concursos, les recomiendo que:

  1. No participen en convocatorias de diseño que estén abiertas a cualquier persona, profesional o no: es obvio, no hay manera de poner a competir de forma justa a personas que no comparten los conocimientos y técnica sobre la creación gráfica de una imagen institucional.
  2. No se involucren en concursos de diseño donde los usuarios de redes sociales tienen ingerencia en el resultado final: la creación de un logotipo que representará a una institución o un gobierno estatal, no debe debatirse bajo los principios de popularidad en Facebook o Twitter, donde los perfiles de chicas pechugonas o gatitos tiernos son de los más seguidos.
  3. Nunca caigas en la trampa de participar en convocatorias donde el premio es la promesa de difundir tu trabajo: este es el recurso más bajo que puede utilizar un convocante para obtener muchas propuestas de forma gratuita. Al respecto de andar regalando el trabajo, me gusta mucho lo que dice Stephen Silver en este video que también conocí gracias al sitio Grafiscopio.com << Inserción NO pagada 😀
  4. Revisa que el premio no implique un gran desembolso de dinero: si te sale más caro el caldo que las albóndigas, seguramente hay algo mal planteado.

¿A ustedes les ha tocado participar en un concurso como estos? muero del morbo por conocer sus experiencias.

Y que me inscribo al gym

Además de los obvios beneficios de hacer ejercicio, ir al gimnasio es una actividad estimulante en todos los sentidos.

Para nadie es un secreto que el trabajo desde casa o freelanceo favorece los hábitos más sedentarios: levantarse tarde, comer junto a la computadora, no salir mas que lo indispensable, cambiar las reuniones con los amigos por noches de bomberazos, etc.
En mi caso en particular me di cuenta de que el 80% del tiempo que paso despierta lo dedico a mi trabajo, mi tiempo libre lo uso, principalmente para ver Netflix, comer y estar en mi casa… O SEA que me la vivo sentada.

Ya entrada en las confesiones les diré que pesaba 8 kilos de más y me quedaba clarísimo que necesitaba hacer cambios drásticos en mi rutina diaria. Llevaba mucho tiempo queriendo hacer alguna actividad física que no incluyera caminar en el súper, llevármela tranquila en el paseo ciclista o ir al la tiendita de la esquina por cervezas.

A principios de este año abrieron un gimnasio a cuatro cuadras de mi casa. La verdad es que ya existían otros gyms bastante cerca, pero siempre encontraba excusas para no inscribirme: que si no tenía tiempo, que si no tenía dinero que si ___escribe aquí cualquier excusa___ .

Entonces dejé de hacerme pato, fui a conocer sus instalaciones y decidí inscribirme a principios de julio. Estaba muy emocionada por las perspectivas de mejorar mi salud y, de paso, quitarme la pancita, tener brazos más fuertes y recuperar mi antigua silueta. Corrí a comprarme unos tenis nuevos y ajustada ropa para ejercicio.

Para mi sorpresa tuve que salir de la ciudad en varias ocasiones durante las dos primeras semanas y me quedé con una fuerte sensación de frustración por haber pagado una mensualidad que no pude «desquitar» desde el principio. Hacia el final de mes por fin tuve dos horas libres y ¡me di la oportunidad de tomar una clase de Zumba! Digo «darme la oportunidad» porque la música que se usa para esa actividad nunca ha sido mi favorita, pero me di cuenta de que me divertí muchísimo bailando y girando como loca durante 50 minutos.

Después probé todo el repertorio de clases grupales: desde Yoga hasta levantamiento de pesas, pasando por sesiones de patadas voladoras, imposibles clases de GAP y divertidas horas de todo tipo de bailes. Me di cuenta de que, a pesar de mi demandante trabajo de freelanceo, siempre puedo encontrar tiempo para ir a hacer ejercicio, aunque sea tres veces por semana. Ni siquiera viajar era pretexto para dejar de hacer ejercicio, hoy en día hasta los hoteles de medio pelo tienen gimnasio.

Antes de que alguien me diga que eso de ir al gimnasio es muy caro les recuerdo que en la Ciudad de México hay montones de parques con aparatos para hacer ejercicio de forma gratuita, y muchos gyms cobran desde $350 al mes, así que quien no se ejercita es porque no quiere.

Tal vez es cierto eso de la adicción a las endorfinas que se liberan en nuestro organismo cuando hacemos ejercicio de forma recurrente, tal vez es el inevitable «taco de ojo», tal vez son los evidentes cambios que noto en mi cuerpo, el asunto es que me siento muy bien por hacer cambiado mi sedentaria rutina.

El ejercicio me ayuda a liberar la tensión del trabajo en la computadora, también me viene muy bien imaginar a un cliente malo cuando practico mis derechazos y mientras uso la elíptica me concentro en la solución a un problema específico.

Si tú eres freelancero y has notado que esas lonjitas ya dejaron de ser sexis, te recomiendo que consideres realizar alguna actividad física recurrente, te garantizo que te vas a sentir MUCHO mejor.

Por cierto, asisto a un gimnasio que se encuentra en un primer piso y no me explico como es que muchos de los asistentes ¡usan el elevador para evitar subir por las escaleras!

Perdieron la chamba por chambones

La semana pasada me contrataron para fotografiar una zona industrial de Michoacán, la persona que se encargó de conducir la camioneta que me transportaba por las instalaciones, me chismeó porqué yo me había ganado la chamba*:
Resulta que en años anteriores contrataron a una agencia de publicidad muy cool para realizar videos y tomar las fotos de las instalaciones. Me contó que el primer año fueron tres personas las que conformaron el equipo, el siguiente año eran cinco y el último año fueron siete personas las enviadas por la agencia.
— Supongo que los requerimientos fueron aumentando — dije casual.
— Para nada, el resultado era el mismo, pero esos chavos se pasaron de listos enviando a un equipo más grande de que se requería.
— ¿Entonces no todos chambeaban? — dije con tono de que quería saber más.
— No, todos daban órdenes, pero sólo dos cuates hacían las tomas. Nos daba mucha lata hacerlos entender que debían usar casco y chaleco fluorescente todo el tiempo. Un día llegaron bastante tarde, con cara de crudos y tres de ellos sin zapatos de trabajo, por lo que se tuvieron que quedar en la camioneta todo el día. Para no aburrirse se dedicaron a hacer comentarios sexosos sobre las mujeres que se topaban. — Me dijo en voz baja.
— Sospecho que no se estaban tomando muy en serio su visita.
— Pues yo creo que no, me tocó ver que uno de ellos se molestó porque un jefe de taller le llamó la atención: quería entrar con mocasines sin calcetines, pantalón de manta arremangado y sombrero chistosito.
<<Pantalón de lino, no manta; sombrero Panamá, no chistosito>> pensé, pero daba igual, el punto es que el chavo no tenía conciencia del lugar que estaba visitando, o no le importaba.
De golpe recordé la risa que me dan las personas que desembarcan en el aeropuerto de la Ciudad de México, provenientes de algún destino de playa, con chanclas y pareo, aún con rastros de arena en la espalda. Nomás se bajan del avión y sufren con el frío de la terminal, ponen ojitos tristes al ver que está lloviendo y se enojan porque no traen a la mano ningún suéter. Adolecen de una total falta de previsión.
El asunto es que, ante tanta falta de seriedad de la mentada agencia de publicidad el cliente de Michoacán los mandó a volar, el departamento de mercadotecnia se compró una cámara de video y un drone y buscó alternativas para el levantamiento fotográfico: así llegué yo. Recuerdo que en la cotización me exigían que confirmara el número de personas que se requerían para realizar las fotos, yo les reiteré varias veces que sólo viajaría yo. Ahora sé porqué estaban tan preocupados.

Primero lo primero

La siguiente anéctota que demuestra que, nomás nos dan tantita oportunidad, luego luego perdemos la importancia de priorizar el trabajo: resulta que hace unos años invitaron a un grupo de fans mexicanos de Star Wars a participar en una grabación especial, sin fines de lucro, que incluiría a fans de todo el mundo. La cita fue en Pasadena, California. Les pagaron parte de los gastos (hospedaje y alimentación). Lo triste fue que el saludo mexicano nunca se grabó porque los jóvenes que fueron llegaron tarde a la grabación. La excusa fue inadmisible: rentaron un coche para ir de shopping a un Outlet y se perdieron de regreso.
Compañeros freelanceros: no los voy a aburrir recordándoles que se tomen sus responsabilidades en serio, la verdad, gracias a que algunos no lo hacen, otros tenemos la oportunidad de quedarnos con sus clientes que están pagando por un servicio profesional.
Muchos están acostumbrados a que nadie les diga nada porque llegan media hora tarde, o no observen las medidas de seguridad, tal vez nadie se los va a reclamar, pero que no les extrañe que los vuelvan a llamar.
*Chamba: el trabajo al que nos dedicamos.
Chambón: Persona que no atina a hacer bien las cosas.

Freelanceros en viaje de negocios

… o cómo aprendía a amar el aire acondicionado.

No me pregunten porqué, pero en el último mes he tenido que viajar a cuatro ciudades con altas temperaturas: Mérida, Monterrey, Culiacán y Los Mochis. No falta el inocente que me dice —¡Ay, que suertuda tú que te puedes andar paseando por todo el país!— A lo que siempre respondo: —No es suerte, es la consecuencia directa de mi trabajo… y no, no me ando paseando.

Trabajar como fotógrafa para empresas me ha permitido conocer muchos lugares, pero no como turista. La planeación que requiere un viaje de trabajo no tiene nada que ver con unas vacaciones por placer. Todavía recuerdo con inquietud la ocasión en que volé a Panamá para realizar unas fotografías para una agencia española ¡y regresé el mismo día! fue un viaje muy desgastante para el que debí haberme quedado una noche. Sin embargo, sucumbí a las exigencias de la agencia y recorté los gastos lo más que pude. El problema fue que mi vuelo llegó una hora y media tarde, tuve que hacer la sesión fotográfica en chinga y regresar como de rayo al aeropuerto para no perder el vuelo de regreso. Fue un viaje muy estresante.

A continuación te comparto mis 10 sugerencias para viajar por trabajo:

1. Siempre cobra los viáticos por adelantado, nunca compres un boleto de avión si tu cliente no ha depositado el anticipo y estés 100% seguro de las fechas de la visita. Cancelar o cambiar un vuelo siempre tiene un costo.

2. Como lo predicaba George Clooney en la película «Up in the air»: Viaja ligero. Procura que todo quepa en una maleta pequeña que puedas llevar en el equipaje de mano, así evitarás perder el tiempo esperando en las bandas del aeropuerto, además de que no tendrás que preocuparte por la pérdida del mismo. Si tienes que documentar maletas evita dejar en ellas equipo electrónico, llamará la atención de los amantes de lo ajeno.

3. Reserva un hotel que quede cerca de la locación que visitarás, ahorar algunos pesos hospedándote al otro lado de la ciudad no es una idea sabia, perderás tiempo y dinero trasladándote a cada rato. Considera hospedarte en «hoteles de negocios» (como City Express, Holiday Inn Express, One, Microhotel, etc), sus precios son accesibles, sus instalaciones son seguras y algunos hasta incluyen un desayuno sencillo. Nada de lujos extra.

4. Además del transporte y alojamiento debes considerar el precio de los traslados en la ciudad: es muy fácil caer en la tentación de no contemplar el gasto en taxis para bajar el costo de los viáticos pensando que podrás moverte en otro tipo de transporte público, la realidad es que eso no es muy práctico, a menos que conozcas bien la ciudad, tengas tiempo de sobra y no andes cargando equipo. Considera que los taxis de los aeropuertos y centrales de autobuses nunca cobran menos de $150 pesos.

5. Si bien puedes reducir los gastos alimentándote con sánwiches del 7-Eleven, piensa que andar malcomiendo no es la elección más inteligente, tu rendimiento puede verse deteriorado seriamente. Contempla gastar entre $100 y $200 pesos en cada comida. Prefiere hacerlo en restaurantes que puedan proporcionarte facturas, los viáticos son deducibles en tu contabilidad mensual. Si no puedes obtener una factura, por lo menos guarda el ticket de compra, te servirá de comprobante de gastos.

6. Investiga un poco acerca de la ciudad que visitarás, recorre virtualmente sus calles con Google Street View y familiarízate con la zona que visitarás. A mi me pasó que no me di cuenta que mi hotel estaba sobre una carretera y era imposible atravesarla a pie para llegar al centro comercial de enfrente que estaba a sólo unos metros.

7. Tu seguridad en primero; ya sé que voy a sonar a abuelita, pero por ningún motivo te expongas a situaciones peligrosas. Recuerda que viajas solo(a) y eres el único responsable de tus actos, no te vaya a pasar como al mexicano que saltó del crucero brasileño en una «puntada de borracho». ¡Aplica el sentido común, carambas!

8. Lo siento, no vas de paseo. Un error común en los primeros viajes que realizan los freelanceros es pensar que el cliente les está patrocinando las vacaciones. Debes tener muy claro que el principal objetivo del viaje es hacer un negocio al cual le deberás dedicar todo el tiempo necesario; ya después, si te quedan unas horas libres, podrás visitar algún museo, probar la gastronomía del lugar, pasear por la playa o conocer el centro de la ciudad. Yo he tenido que visitar destinos 100% turísticos como Cancún y no contar ni con 20 minutos para bajar a la playa o entrar a la alberca.

9. Siempre contempla un porcentaje para gastos no previstos, créeme, no es raro que algo se salga del itinerario y tengas que pagar extra por cualquier cosa. Te recomiendo que lleves dinero en efectivo, pero procura pagar los gastos con una tarjeta de débito asociada a tu cuenta fiscal, así será más fácil comprobar tus viáticos y hacer tu declaración mensual. Ojo: si tuviste que viajar para realizar un trabajo la factura que le expidas a tu cliente debe decirlo claramente, por ejemplo: Proyecto de levantamiento fotográfico en Mérida, Yucatán. De lo contrario no podrás justificar el viaje de trabajo.

10. Piensa que vas como embajador de tu ciudad o país. Yo soy chilanga y siempre que lo menciono las personas se espantan un poco, tienen una imagen desfavorable de los habitantes de la Cd. de México. Me interesa que sepan que no todos lo que vivimos acá somos ladrones o embaucadores, que habemos muchísimas personas que trabajamos intensamente, como lo hacen muchas otras en todos los rincones del mundo. Me gusta escuchar a la gente, conocer sus ideas y temores. Hace quince días visité Monterrey, N.L. Allí un taxista me dijo que los habían obligado a ir a un mitin en favor de Ivonne Ortega del PRI, pero que ellos ya sabían que «El Bronco» la tenía ganada. Interesante profecía del futuro.

Y tú ¿qué tips has aprendido cuando tienes que viajar por trabajo?

Clientes mañosos y mentirosos

Esta semana tuve que batallar con personas poco honestas que pusieron a prueba mi serenidad y paciencia. El primer caso se trató de un cliente que me solicitó un paquete de fotos para sus dos nuevos edificios de oficinas en renta. El primer el proyecto se desarrolló como estaba previsto, hubo dos rondas de revisiones sin mayor novedad.  Justo cuando yo casi lo había dado por terminado, me habló su secretaria para informarme que el color de las paredes interiores «estaba mal»:

— ¿Cómo que está mal el color de las paredes? no me queda claro porqué dicen eso.
— Es que no es un color chocolate, es más bien durazno.
— El color de las paredes es café oscuro, no tiene nada de durazno.
— Por eso te digo que está mal tomado, lo vas a tener que retocar.
— Te aseguro que no está mal fotografiado, tal vez se trate de una cuestión perceptual…
— No, mi jefe dice que tienes que arreglarlo.

La conversación no terminó muy amigablemente, le dije que podría «desaturar parejo» las fotos, pero no retocar a mano todas las paredes pues se vería falso. Ella no quedó muy conforme con mi respuesta.
Dos días después, casualmente, tuve una cita a cinco cuadras del edificio que había fotografiado y, sin haberlo planeado, decidí tomarme unos minutos para visitarlo y ver si realmente me había equivocado tanto con el balance de color de mi cámara. El vigilante, que ya me conocía, me dejó pasar sin problema y me preguntó que cuáles oficinas quería ver si «las antiguas o las que estaban recién pintando». Mi sentido arácnido me indicó que allí había algo que no estaba bien, así que rápidamente le dije que me interesaba ver ambas oficinas.

Mientras yo tomaba fotos con mi celular el vigilante me platicó que al dueño no le había gustado el color oscuro con el que habían pintado originalmente las oficinas así que mandó volverlas a pintar con un color más claro. Incluso me mostró un marco de ventana que tenía ambos colores… priceless… click… click.

Con toda la evidencia en mi celular regresé a mi despacho con una mezcla de emociones, por un lado me sentía tranquila al confirmar que había realizado las fotos correctamente, pero estaba muy enojada porque habían tratado de engañarme y obligarme a retocar sus fotos haciéndome pensar que yo me había equivocado.

Como este era el primero de dos proyectos con el mismo cliente (yo ya había recibido el anticipo de ambos) decidí que no me iba a pelear a lo menso diciéndole ¡eres un maldito mentiroso, hoy fui al edificio y me encontré a los pintores cambiando el color de las paredes! ¿¿porqué me hiciste creer que yo me había equivocado, vil gusano del inframundo??… no, no, nada de eso. Cuando le llamé me atendió su secretaria y le di la oportunidad de no confrontarnos:

— Oye, te quiero platicar que hoy visité el edificio de oficinas y me encontré con los pintores. Ya me enteré del problema con las pinturas de las paredes y quiero confirmarte que las fotos se van a quedar con el color de cuando las tomé…
— Ahhh, okey… entonces ya lo viste… es que mi jefe…
— Sí ya sé lo que pasó, pero no hay problema. Si te parece bien te mando hoy la factura por el saldo de este proyecto, en cuanto está pagado te mando los archivos grandes para que tu webmaster ya pueda ir subiendo las fotos.
— Sí, sí, me parece muy bien ¿cuándo hacemos la cita para tomar las fotos del otro edificio?…

Y así quedó todo claro sin reclamos ni azotes, le dije sutilmente que ya los había cachado mintiendo, que no había problema y que podíamos seguir con los proyectos como los habíamos pactado.
De todas formas guardaré las fotos como un souvenir de un cliente mentiroso.

El anticipo manda

El otro cliente con el que no estuve contenta esta semana es una agencia de publicidad que me contactó para hacer varias fotografías de una franquicia de laboratorios médicos con sucursales en el D.F. y otras ciudades.

Me hablaron desde el año pasado, pero el proyecto ha tenido muchos retrasos pues el cliente final se tarda mucho en aprobar los presupuestos. Cuando todo parecía que estaba listo para arrancar me dijeron que no podrían dar el anticipo del 60% que yo solicitaba, pero que podían dar tres pagos del 33%.

Yo les confirmé que sí, pero que las visitas fuera del D.F. tendrían que ser programadas al final, cuando ya hubieran pagado por lo menos el 66% del total. Me respondieron que no había problema al respecto, pero que necesitaban que les enviara el calendario de visitas a las sucursales por escrito. Así lo hice, pero en el cronograma les indique que estaba sujeto al pago del anticipo del 33%.

Tres días antes de iniciar el proyecto no había recibido ningún pago. Llamé para ofrecerles una reprogramación de fechas pero me dijeron, muy espantados, que no se podían cambiar las fechas que ya habían «hecho toda la logística». Entonces pensé «este proyecto ya valió ver…dura» y les recordé que si no había anticipo no había confirmación de fechas.

Patalearon todo lo que pudieron, me pusieron en «speaker» con quien sabe cuantos fulanos que, en resumidas cuentas, me juraron que me iban a pagar cuando su cliente les pagara a ellos.

Como yo ya estoy podrida de escuchar esa excusa les dije, lo más serena que pude, que desde el principio les aclaré que yo no trabaja así, que si ellos no cobraban anticipos a sus clientes no era mi problema, y que me daba tristeza de tener que dejar el proyecto antes de empezarlo.

Al día siguiente me enviaron un correo que parecía redactado por un adolescente borracho; decía algo parecido a recibir un pago hasta el viernes y que si les podía reprogramar todo. Les contesté que podían depositar cuando quisieran, que hasta entonces reprogramaríamos todo, no antes.

Ya pasó el viernes y no recibí ningún depósito de su parte. Probablemente ya contactaron a otro fotógrafo, espero que le vaya bien.

Y tú ¿cómo lidias con clientes mentirosos?

 

 

 

 

 

Desorganización: el enemigo no. 1 del freelancero

Mientras estudiaba Diseño Gráfico tuve un compañero que era exepcionalmente bueno para la ilustración fantástica, entregaba trabajos dignos de premios que despertaban envidia de la buena y de la mala. Su futuro era muy prometedor.

Años después me lo encontré en una reunión de exalumnos y nos enteramos que, luego de haber sido la estrella de algunos despachos y agencias de publicidad decidió volverse independiente. Entonces, para su mala suerte, comenzó su declive. Una serie de infortunados episodios lo llevaron a la bancarrota y ahora de clases de computación en el negocio de su prima.

En mi experiencia, lo que sucede cuando alguien decide saltar a las desconocidas aguas del freelanceo, es que no tienen lo necesario para salir aflote. Podrás tener grandes cualidades en tu área profesional, ser muy buen ilustrador, un magnífico redactor, un hábil programador o un creativo diseñador gráfico, pero si eres desorganizado realmente debes reconsiderar tu incursión en el trabajo independiente.

¿Qué le pasó a este aventajado excompañero?

Como la historia de mi excompañero me pareció muy interesante e ilustrativa para este blog le invité un café para que me compartiera sus experiencias con miras a escribir este post. Después evalué que hubiera sido mejor invitarle unos mezcales, pero pues uno no es adivino.

Sucedió que un buen día mi excompañero se cansó de las agencias de publicidad, le tenía muy molesto que lo vieran como «obrero del mouse». La  gota que derramó el vaso de su paciencia fue el día que se enteró que un chica de cuentas, que llevaba seis meses en la agencia, ganaba más que él que llevaba dos años en el equipo que había ganado varios premios para la misma.

Entonces decidió que era tiempo de independizarse. Renunció y se llevó el contacto de tres clientes para los que comenzó a trabajar desde su casa. Entonces se  enfrentó a su gran enemigo: la desorganización. El tiempo nunca le alcanzaba, a veces se saltaba una comida para poder seguir trabajando, luego se dormía tardísimo jugando algún videojuego, se despertaba super tarde y se ponía a trabajar mientras comía cualquier cosa junto a la computadora. Solía cancelar citas en el último momento y evitaba usar una agenda pues alegaba que los calendarios son para las personas que tienen mala memoria. Los fines de semana se la pasaba perdiéndose compromisos familiares y rara vez salía con amigos.  Sus clientes grandes le pedían constantemente cosas que él no podía entregar, hasta que dejaron de llamarlo.

Entonces tuvo que decirle «sí» a cualquier proyecto chiquito que le pusieran enfrente y, como era de esperarse, sus ingresos se vinieron abajo. En gran parte gracias a su desorganizada vida.

Así transcurrieron tres años de altibajos, problemas de sobrepeso, broncas con el SAT y dos rupturas sentimentales. Hasta que su prima le ofreció un trabajo de tiempo completo como instructor de ilustración digital. Y, curiosamente, ahora está más feliz. El horario fijo de su nuevo trabajo lo obliga a levantarse a la misma hora todos los días, contar con hora y media para comer con calma. Su jefa le pide recibos quincenales y le entrega sus hojas de retención puntualmente. Todos los días regresa a su casa a las 19:30 y le sobra tiempo para atender sus compromisos personales. La paga no es altísima, pero le permite pagar las cuentas. Aunque anda pensando en freelancear por las noches sabe que no es la mejor idea.

Mi cuestionamiento

Lo que le reclamé a mi excompañero no fue muy bien recibido pues le confirmé que lo que le hizo falta en sus años como independiente era organización. Le dije:

– Yo también tengo un horario para trabajar, nunca me salto comidas, tengo asignado un tiempo para a las actividades administrativas y que me doy mis escapadas para ir a ver a los cuates y a mi familia.

– Sí, pero hay algo en lo que no podrás competir: trabajas sola.- Contestó triunfal.

– Sí, pero para eso tengo Tuíter ¿no?, ja ja, ja. No, ya en serio, me encanta trabajar sola, no soportaría tener a un jefe espiando sobre mi hombro.

– A mí no me espía nadie.

– Ok, era una expresión…

– Sale, ya me tengo que ir.

#Shales

Clase magistral de cómo fregar al freelancero

Ciudad SlimPor alguna extraña razón, durante las últimas semanas he tenido varias citas en Ciudad Slim (Nuevo Polanco). Como todos los chiliangos sabemos, ir a esa parte de la ciudad en coche es un  desperdicio de tiempo, dinero e hígado. Quedarse atorado en el tráfico de Polanco un viernes a las 18:00 hrs. es la antesala al manicomio. Sabido esto, como buena chilanga* que soy, decidí llegar a estas citas en transporte público: saliendo de Metro Polanco tomo una bonita ecobici** nueva y pedaleo tranquila a mi destino (ojo con llegar sudando). El asunto me salió particularmente bien en las primeras dos ocasiones, pero en la tercera tuve la mala suerte de no encontrar un espacio para dejar mi bicicleta en las cicloestaciones cercanas a mi destino. Afortunadamente llegué  15 minutos antes de mi cita, así que crucé los dedos y esperé pacientemente a que algún compañero ciclista tomara una ecobici para poder dejar la mía.

Mi espera transcurrió mientras salivaba junto a un puesto callejero de sopes y quesadillas. Este changarro*** estaba atendido por una activa mujer que, cual malabarista, movía sus manos de la masa al relleno, del aceite hirviendo a los platos, de las salsas al queso rallado. Yo me encontraba hipnotizada los movimientos de esta maga de la gastronomía popular cuando un grupo de cuatro trabajadores de la construcción se detuvieron frente a su puesto. El que ostentaba el mayor rango portaba un casco protector y un chaleco de obra limpiecito. Tomó la palabra a nombre del grupo y preguntó con voz firme:

— ¿A cómo los sopes?
— A $12
— Oiga en la otra cuadra están a $10
— Pero estos son más grandes.
— Haga un esfuerzo madre, le vamos a pedir 12 sopes.
— ¿Verdes o rojos?
— Campechanos, regresamos por ellos en 15 minutos.
— ¿Sencillos verdad?
— Sí, pero con cara de dobles.

El grupo se retiró. Yo estaba totalmente sorprendida por la escena cuando la súbita llegada de un ciclista me libró del atolladero y pude dirigirme a mi cita.

De regreso a mi casa reflexioné sobre la «clase magistral» de la que había sido testigo. Me resultaba aterrador haber escuchado, en una conversación tan corta, la forma en la que un prospecto consiguió un descuento, puso sus condiciones, no pagó un anticipo y encima aclaró que sus expectativas sobre el producto eran mayores a las que había pactado. Y para terminarla de rematar se dio el lujo de llamarle «madre» a la señora del puesto ¡no me imagino que pudiera tratar así a su propia madre!

Me pregunto si este grupo de trabajadores realmente regresó a los 15 minutos.

Obviamente la señora tuvo gran parte de la responsabilidad en este abuso pues no ofreció mucha resistencia ante las demandas del trabajador. No hubo negociación, sólo aceptación. Tal vez el miedo a perder al prospecto la hizo actuar tan sumisamente.

El miedo es el peor de los consejeros

Cuando un prospecto nos pide un descuento nunca debemos permitir que el miedo dicte nuestras acciones. Todos hemos escuchado esa maldita vocecita en nuestra cabeza que dice cosas como:

«Mejor accede a hacerle un descuento antes de que se desanime y se vaya»
«Acepta trabajar por menos de lo que vale tu servicio, es mejor algo a nada»
«Ya invertiste tiempo en este prospecto, no dejes que se vaya, acepta sus condiciones»

El problema es que, una vez que el prospecto huele nuestro miedo, la relación se vuelve abusiva. La semana pasada me quejaba en Twitter sobre un prospecto que me pidió una cotización por un proyecto, luego me dijo que quería que se lo «paqueteara» con otros dos proyectos y, no conforme con el descuento que le ofrecí simplemente me escribió: «Ya hable con mi socio y dice que te pagaremos E$TO por los tres proyectos». Por la redacción de su correo claramente leí que se trataba de un «tómalo o déjalo». Mi respuesta era obvia, no iba a permitir que el prospecto le pusiera precio a mi trabajo así que le redacté este escueto correo:

Estimada Fulanita:

Definitivamente no puedo trabajar con ustedes por ese monto.
De todas formas agradezco que me hayan considerado para este proyecto.

Saludos.

Soy sincera cuando le digo NO a un prospecto y me despido, sé que lo más probable es que no vuelva a saber de él, pero lo más raro es que, en más de una ocasión, he obtenido el resultado contrario; después de dos o tres días me escriben como si nada hubiera pasado y me preguntan por el trámite para realizar su anticipo ¡qué mundo tan loco!


 

Vocabulario para los que no viven en México:

*Chilango(a): Habitante de la Cd. de México
**Ecobici: Sistema de renta de bicicletas proporcionadas por el gobieno local.
*** Changarro: Nombre despectivo dado a un local comercial con pocas aspiraciones.

 

Consideraciones sobre las pruebas de ilustración

En esta ocasión tengo el gusto de presentarles un post invitado, se trata de un texto de mi amiga ilustradora Grimalkin que ya en otras oportunidades ha tenido la generosidad de compartir sus experiencias con los lectores de este blog.

Al final de este interesante texto anoto algunas opiniones personales sobre el tema.


 Qué prueban las pruebas

Por Grimalkin

Es común en el medio editorial mexicano, que los editores, además de ver tu carpeta de trabajos te pidan un prueba que se adapte al material que te envían, es decir, les gusta un tratamiento que diste a una ilustración de tu carpeta, pero dibujaste personas y el editor lo que necesita es que representes a un rinoceronte volando, por lo que necesitan verlo como quedaría finalmente. Hasta aquí la solicitud es comprensible, PERO siempre y cuando sepas cuánto vas a cobrar por tu trabajo, a veces las editoriales se hacen las desentendidas de que esto es trabajo y el trabajo se paga y generalmente las pruebas, no las pagan.

En el feliz caso, de que en el momento de hacer la prueba, tengas la seguridad que te van a dar el trabajo y que te lo van a pagar muy bien, tanto, que el pago absorberá el período de ajuste de las pruebas, entonces es completamente tu decisión aceptar o no. Éste caso me ha pasado y el trabajo con el editor o editora siempre ha sido significativo, he aprendido desde controlar mi ego aceptando los comentarios del editor, hasta ver un trabajo final que me satisface completamente, pero esto es cuando tienes la fortuna de trabajar con un buen editor.

Penosamente, me han llegado trabajos, donde me han pedido pruebas, las he hecho, dicen que les encantan y jamás devuelven mis llamadas. Esas ilustraciones las tomo como experiencia y afortunadamente algunas las he colocado en otros proyectos.

Ambos casos me han orientado para saber cómo identificar a un buen de un mal editor.

No importa el tamaño de la editorial, todos conocemos el caso de Fernández Editores que aún deben a varios ilustradores, igual y puede ser una editorial pequeña, pero tiene buen conocimiento de arte y de ventas. Creo que la diferencia esta en el trato que recibes desde el primer mail de contacto, me ha pasado que me escriben:

Hola, me encanta tu trabajo, mira te cuento, somos una editorial en desarrollo y queremos generar 20 libros álbum, nos encantaría que tú ilustraras dos, te anexo el cuento. Te platico que el editor y la autora prefieren éste tipo de estilo, te lo anexo, y nos encantaría que nos enviaras una prueba. En cuanto a los honorarios, estamos pagando $1,000 por doble página y $1,500 la portada.

Para finalizar te comento, además de ti hay dos ilustradores mas a los que les hemos pedido una prueba.

Por qué hay que huir de un trabajo así:

  1. El texto o cuento (no sé porqué algunas editoriales no se dan mas tiempo de encontrar textos novedosos e inteligentes) definitivamente si no haces clic con él, es mas difícil involucrarte creativamente, si el texto habla que los niños son los amos del mundo y jamás menciona a las niñas… pues cómo que no late.
  2. El estilo sugerido. Pregunto, para que revisan tu carpeta de trabajo y terminan envíandote el estilo de otro colega, si bien te va, porque a veces envían muestras del álbum de estampitas, de la amistad de los 70´s y así quieren a los personajes. (!?)
  3. La feliz prueba, si tienes tiempo y ganas, como experimento, intenta hacer una prueba como ellos quieren, en el mejor caso que les guste, entrarás en el laberinto de correcciones y correcciones que terminaran con el cariño con el que empezaste el proyecto, y en el peor caso, comenzaras el juego tonto de enviar y enviar pruebas y más pruebas hasta que les guste algo o te digan que mejor no te dan el mentado libro y te quedaste con 6 pruebas a color, un mes de trabajo, varios corajes y todo ¡de a gratis!
  4. Sin mencionar lo bajo que están los tabuladores. Pero ya que toqué este punto hablemos del pago por regalías, algo que también te proponen las editoriales a cambio de que te involucres sin pagarte hasta que comiencen las ventas.
    Frases como «Firmaremos un contrato dónde este todo claro y bla bla bla», se tropiezan cuando le pides a la editorial cuentas claras y reales, algunas las dan, otras ni te responden o sencillamente te dicen, «Mira tu libro no se ha vendido cómo queríamos, de hecho hemos tenido pérdidas al imprimirlo…» Y hazle cómo quieras.
    Otra cosa, a ver editores (me refiero a los inexpertos): si van a contratar a alguien por regalías ¿no sería mejor plan involucrar al ilustrador o a la ilustradora, dándole libertad en su estilo, con su propia voz para interpretar el texto? Así se logra que se sienta parte el proyecto y contribuya en el plan de venta, con acciones como dar talleres al público, presentaciones del libro, mostrando en exposiciones los originales, acciones que se realizan en el gremio, y a veces sin cobrar nada (otro gran tema) pero, si se generan ingresos por la venta de libros, pues le entramos con todo, es trabajo, ganamos todos.
  5. Aguas con «hay otros dos incautos como tú trabajando de a gratis, entréguenme sus ideas y ya veo a quien le doy el libro si a ustedes o a algún cuarto, que es el primo de la escritora, pero dibuja bien bonito.» No hay que esforzarse por una propuesta así.

No es cosa de cambiar al medio, de hecho creo que antes estaba mucho mejor, es cosa de cambiar uno mismo, de tener respeto y autoestima por nuestro trabajo y verlo así como un trabajo del que vivimos muchos. No porque tengas una herencia, te mantenga tu marido o tu esposa, vivas con tus papás, que son situaciones afortunadas, no cobres bien tú trabajo ni lo hagas respetar, porque ahí si estás dándole otra vuelta a la soga que nos puede llegar a ahorcar a todos. Es más, si estás en una situación privilegiada, con más razón no aceptes trabajos que ni te van a tratar ni a pagar bien, no por tener chorrocientos libros ilustrados todos bien feos, eres un mejor ilustrador, a veces es al contrario.


Ahora mis comentarios:

El medio de la ilustración, por lo menos en México, se ha vuelto un campo de malas prácticas, un lugar de competencia despiadada y deficiente respeto por el derecho de autor. Cada año salen de las universidades cientos de nuevos ilustradores deseosos de que su trabajo se dé a conocer, a veces sin importar que el cliente no pague lo justo por su trabajo. En ocasiones me sorprende que aún no se le haya ocurrido, a alguna mente diabólica, la infame idea de subastar sus espacios de ilustraciones al mejor postor. Seguramente algún ilustrador imbécil pagaría una buena lana con tal de tener algo publicado.

¿Se puede cambiar un sistema tan viciado como el de las editoriales? Lo veo difícil, pero lo que se puede hacer es cambiar la estrategia a nivel personal. Mi primera sugerencia es que, si eres ilustrador profesional, hagas lo necesario para tener una carpeta digital muy buena, con los mejores ejemplos de tus proyectos. Ser muy buen ilustrador(a) mejora las posibilidades de que las editoriales no te anden pidiendo muestras gratis. Aunque no falta el editor caradura que te pide que concurses por una portada:

Otras

Si has recibido un mal trato profesional por parte de alguna editorial o agencia de publicidad ¡pasa la voz con tus conocidos! Evita que tus amigos ilustradores pierdan tiempo con empresas en las que no valoran el trabajo creativo. También haz justicia con los buenos profesionales de las editoriales y reconócelos públicamente.

Por otro lado, a mí me encantó esta respuesta de Carlos Higuera:

Carlos HigueraY tú ¿has recibido solicitudes abusivas para ganarte el derecho a trabajar en las ilustraciones de un libro o revista? Si la respuesta es sí ¿nos compartirías la captura de pantalla de la solicitud? También puedes enviarla a varoleonora@gmail.com

 

Cómo visitar a un cliente

El otro día me encontré, junto con otros proveedores, haciendo antesala para ver a un cliente en sus oficinas. Lo que más me llamó la atención fue ver a una diseñadora gráfica joven, de falda y tacones, que llevaba una carpeta grande de trabajos. Estaba bastante nerviosa y hojeaba las revistas como si en ello le fuera la vida. Después envió como quince whatsapps. Cuando finalmente la llamaron su teléfono iba sonando con todas las respuestas a sus mensajes.

Yo tengo algo así como 20 años freelanceando y cuando visito prospectos en sus oficinas, ésto es lo que he aprendido:

Preparando la visita

Cuando alguien me pide una cita para platicar sobre un proyecto es mi responsabilidad investigar lo mejor que pueda todo lo relacionado con su empresa: revisar su sitio web, su FB y TW. Obtener una buena información sobre el prospecto me ayudará, entre otras cosas, a escoger mejor los ejemplos de mi trabajo que le mostraré.

Tiene años que no cargo una carpeta física con mis trabajos impresos, al principio recurrí a una laptop y desde que apareció el iPad siempre lo uso para mostrar mis proyectos (online y offline). Doy por sentado que, si tú eres diseñador o programador, tienes un sitio web (o blog, o Behance o lo que sea en línea) para enseñar tus muestras, aunque sean escolares.

Un día antes de la cita ubico en Google Maps el domicilio del prospecto, identifico el inmueble con Pegman y reviso la calle y sus alrededores para evaluar si puedo llegar en coche o si es más conveniente hacerlo en transporte público.

También anoto el nombre, puesto y teléfono de la persona que visitaré en un postit que pego en mi celular. Tener a la mano el teléfono del prospecto es útil en el improbable caso de que tenga que avisarle que no podré llegar a tiempo.

Sobre el vestuario sólo diré que el dicho que reza «como te ven te tratan» es 90% cierto. Te sugiero que, si eres diseñador freelancero no te vistas como abogado, los clientes esperan a alguien creativo no a una persona de traje y corbata o tacones y medias. PERO por favor tampoco te presentes como becario de agencia de publicidad: las playeras con frases chuscas, los pantalones andrajosos y los tenis mal amarrados NUNCA te ayudarán a dar una imagen profesional. Sí, es probable que así te vistas todos los días, pero si quieres cobrar lo que vale tu trabajo tienes que demostrar que inviertes parte de ese dinero en tu vestuario.

Antes de salir de tu casa verifica que llevas tu identificación, tus tarjetas de presentación, una libreta de anotaciones, una pluma que no sea Bic (que se note que puedes comprar una pluma menos corriente), tu dispositivo móvil recién cargado, tarjeta multimodal y cambio (para pagar el estacionamiento o comprar algo para beber).

En el registro

Odio pasar por los registros de los edificios, casi siempre me topo a señoritas malencaradas u oficiales a los que no les preocupa hacerme esperar más de lo necesario. Por esto es importante llegar al lugar de la cita, por lo menos con diez minutos de anticipación. Un día me pasó que me presenté puntual en la recepción, pero la cita era en el piso 12 y no funcionaba el elevador.

TIP: Cuando te pidan llenar la carpeta de registro fíjate en quiénes han sido las personas que llegaron antes que tú, en ocasiones me he encontrado los nombres de mi competencia. Esta información puede ser útil para saber con quiénes ha hablado el prospecto y así alimentar tus argumentos.

En la sala de espera

Desde que llegas a las oficinas del cliente debes se muy observador, evalúa el ambiente que tienen, el humor de la gente que trabaja allí, las condiciones de los muebles, si te ofrecieron algo de beber, etc. ¿El lugar se percibe ordenado y agradable? ¿el personal está trabajando en condiciones adecuadas? Aunque estas observaciones te parezcan triviales en realidad te muestran claramente qué puedes esperar de la relación con esa empresa. En una ocasión me tocó visitar un despacho de mala muerte que tenía varias puertas con marcas de haber sido abiertas a patadas, varias veces… la señal no era muy prometedora.

En la antesala debes poner tu teléfono en modo de vibrar para que no te interrumpa a la mitad de la reunión, pero que te avise que recibiste una llamada. Saca una de tus tarjetas de presentación y colócala en un lugar accesible, será lo primero que le entregues al prospecto. Enciende tu laptop o dispositivo móvil y deja listos los archivos que deseas mostrar.

Frente a frente

Cuando el prospecto te reciba ¡sonríe! es la mejor manera de iniciar una relación que, confío, será de mutuo beneficio. Cuando estreches su mano no te olvides de verlo(a) a los ojos, habla fuerte y claro:

«– ¡Buenas tardes ingeniero! Soy la diseñadora Pita Pérez, nos contactamos por teléfono la semana pasada.»

Una buena reunión no debe durar menos de 20 minutos ni más de una hora.

Al terminar recapitula los acuerdos a los que llegaron y agradece el tiempo que el prospecto te dedicó.

De regreso

Guarda bien la tarjeta que te entregó el prospecto.

Envía la información que hayas prometido durante la reunión.

Evalúa si realmente te interesa trabajar con este prospecto, se vale arrepentirse.

Si te realmente quieres trabajar con esa empresa sale seguimiento al proyecto, no esperes a que ellos te llamen.

Y tú ¿tienes algún tip para visitar a los clientes/prospectos?

El día que evité una boda

Hace muchos años trabajé con un grupo de diseñadores muy jóvenes, la mayoría eran recién egresados de la universidad. Después de cinco años de relación laboral los conocía bastante bien: sabía quiénes eran sus parientes cercanos y hasta cómo se llamaban todas y cada una de sus mascotas. Obviamente también conocía el estatus sentimental de todos.

Uno de estos diseñadores tenía especial interés en independizarse y trabajar por su cuenta. Como era bastante bueno yo no dudaba que, tarde o temprano, lo conseguiría. Él tenía 25 años y su novia estudiaba la carrera de Diseño Gráfico. Llevaban juntos poco más de un año. Eran de esas parejas bonitas que podrían trabajar anunciando cualquier cosa.

Un buen día él me confesó que estaba muy emocionado porque le iba a proponer matrimonio a su linda novia. Seguramente él pensaba que yo me subiría al barco de su emoción, pero para su desconcierto no fue así:

— ¡No inventes Rubén! Liliana está muy chiquita.
— No, ya va a cumplir 21.
— Bueno, lo que quise decir es que aún no está lista ¡ni siquiera ha terminado la carrera!
— Por eso no hay problema: yo nos voy a mantener.
— No lo digo nada más por la cuestión económica Rubén. Liliana necesita concentrar sus esfuerzos en terminar su carrera. ¿Porqué no se esperan a que ella acabe la universidad?
— Es que no me quiero esperar, muchas cosas pueden suceder en dos años.
— Sí, de acuerdo. Si se casan ahorita en dos años ya van a tener bebés.
— Yo no la voy a presionar para tener familia, pero si ella quiere pues nos haremos responsables.
— No Rubén, déjame aclarar mi punto: Tú ya terminaste la carrera, te titulaste y ya tienes trabajo. Estas comenzando a tener tus propios clientes y estás listo para irte a vivir solo. Liliana está a la mitad de la carrera, depende económicamente de sus papás y no tiene ninguna experiencia laboral. Dale la oportunidad de que concluya esta etapa de su vida sin la presión de una nueva vida en pareja, no seas gacho.
— Tú no entiendes, la amo demasiado…

Y con esa frase digna de un hit popero terminó nuestra conversación.

Mi intención fue la de evitar que dos personas jóvenes se complicaran la vida innecesariamente ¿y si Rubén se quedaba sin trabajo? ¿y si Liliana se embarazaba de gemelos como sus tías? Llámenme pesimista, pero no veía cuál era el beneficio de casarse justo en ese momento.

Meses después la pareja se separó y me enteré que él nunca le propuso matrimonio. ¡Sospecho que mis palabras surtieron efecto y evité una boda! Al principio me sentí un poco culpable, pero al poco tiempo Rubén y Liliana ya tenían nuevos amores.

No quiero iniciar una discusión sobre si la maternidad es un elemento para que las mujeres no avancen tan rápido en el plano profesional, pero les comparto mi experiencia directa: Cuando me dedicaba a dar cursos de software para diseñadores gráficos nos encontrábamos muy seguido con la mamá diseñadora que, después de tener y atender a sus hijos pequeños, decidió retomar su carrera y le estaba costando un ovar… mucho actualizar sus conocimientos en el uso de la computadora. Tampoco podían pasarse dos días completos en un bomberazo porque su prioridad era atender a su familia.

Luego me pregunto porqué son más los hombres que se vuelven famosos como diseñadores, ilustradores o directores de despachos de diseño. También reflexiono sobre los eventos de diseño en nuestro país: el 80% de los ponentes siempre son hombres. Lo curioso es que en estas carreras las mujeres somos mayoría. Entonces ¿dónde nos quedamos detenidas? ¿en qué momento dejamos de aspirar a un mejor puesto? ¿cuándo nos dio miedo volvernos independientes? o ¿cuándo decidimos que es mejor conformarnos con lo que tenemos?

 

Enero es un buen mes para despedir clientes malos

Este 2015 lo comencé muy hacendosa: cambiamos el piso del despacho y nos deshicimos de cerca de veinte kilos de papeles y basura. Reacomodamos los escritorios y los libreros. Dejamos nuestro lugar de trabajo muy ordenado y coqueto.

AdiosLuego llegó el momento de hacer la limpieza de clientes: revisé mis facturas y cotizaciones del año pasado y evalué quienes eran los clientes que recibirían tarjeta de año nuevo y quienes no. Analicé quienes son los clientes que con los que me encantaría volver a trabajar, con cuáles no me molestaría tomar otro proyecto y con quienes de plano no vuelvo a colaborar.

Este año, principalmente voy a despedir cuatro tipos de clientes:

1. El cliente chillón que siempre está pidiendo descuentos, rebajas o trabajos más elaborados por el mismo precio que pagó la última vez. Sí, yo sé que el 2014 fue un año difícil para todos, pero odio pensar que algunos clientes sólo se fijan en los descuentos que obtienen en lugar de los beneficios que disfrutan con mi trabajo.

2. Los clientes que no saben diferenciar entre la relación profesional y la vida personal. Curiosamente este año me tocaron dos clientes que querían que sintiera compasión por sus tristes historias. Uno me pedía que trabajara sin anticipo porque estaba muy gastado por la enfermedad de su hija y otro hasta me mostró la cicatriz de su operación de corazón, esperando que sintiera lástima por su caso y bajara el costo de mis honorarios. Señores: si no tienen los recursos necesarios para andar contratando servicios profesionales ¡no nos llamen! y por favor no anden tratando de obtener servicios gratis nomás porque «la vida ha sido canalla con ustedes».

3. Los clientes que tardaron demasiado en pagar. Una cosa es que sepas que te van a pagas 60 días después de entregado el proyecto y otra que el cliente se la pase dándote excusas para no pagarte durante meses. También tengo en la mira a algunos clientes de Gobierno que se pasaron de la raya con sus complicados sistemas de contratación que básicamente me quitaron mucho tiempo.

4. Los clientes descorteses. Desde la fulana que me dejó plantada en una cita, sin mayor explicación, hasta el chico maravilla de mercadotecnia que se inventaba viajes para no tomarme las llamadas.

Obviamente no existe tal cosa como una Carta de Aviso de Despido de Clientes; sería ridículo y altamente desagradable tomar el teléfono o enviarle un correo a un cliente malo para «avisarle que está despedido y que no deseo que me vuelva a contactar».

En mi caso será una posición reactiva en la que esperaré a que el cliente despedido en cuestión me contacte, para hacerle saber que ya no contará con mis servicios. Les diré que tenemos algo así como incompatibilidad en los sistemas de trabajo.

Un cliente que no quisiera despedir

Tengo un cliente que me cae súper bien, es muy entretenido visitarlo en su oficina y pasar horas platicando sobre los proyectos, tomando café. Lo malo es que su compañía es un pésimo cliente, nunca pagan a tiempo y su administración es absolutamente desastrosa. Yo sé que no es su culpa, pero voy a tener que despedirlo; me voy a perder de sus pláticas, pero también voy a ahorrarme el tiempo que invertía en visitarlo.

Un prospecto que decidirá si se queda o se va

La semana pasada me llegó el primer email de trabajo del año: un prospecto, que me contactó en febrero del año pasado, y dejó de responder a mis correos en junio, se apareció de la nada:

«Hola Leonora ¿cómo estás? ¡feliz 2015!
Te pido que me llames el próximo lunes para agendar una cita con mi secretaria para que me visites y discutamos los detalles del proyecto para ver si ya iniciamos en marzo».

No me podía contener de la risa mientras leía su correo ¿quéría que YO llamara a su secretaria? ¿para ir a «discutir» los detalles de un proyecto de hace casi un año? ¿para ver si se le pega la gana iniciar en marzo? JAJAJAJAJA, no pues no. Esto fue lo que le respondí:

«Hola Fulanito, feliz año para ti también.
Voy a revisar le propuesta que te presenté en febrero del año pasado, una vez que esté actualizada te la enviaré para que la reconsideres. Con gusto espero tu llamada para escuchar tus comentarios y/o dudas al respecto.»

En pocas palabras le dije que ya no le va a costar lo mismo que el año pasado, que no voy a visitarlo para discutir nada y que, si la nueva propuesta es de su interés, con gusto espero que él tome el teléfono.

Este año voy a poner especial cuidado en contactar nuevos prospectos para sustituir a los clientes que voy a despedir. Voy a hablar con empresas fuera de la Cd. de México, a lo mejor me encuentro con algún proyecto interesante.

Ya les iré contando cómo me va en este 2015.

 

Tutorial para hacer un globo de Cantolla

Hoy no voy a derramar bilis contándoles alguna anécdota con clientes malos.
Esta semana me dieron ganas de crear, junto con mi marido, un nuevo tutorial para hacer un globo de Cantolla. Es la mar de sencillo, ideal para principiantes.

Dato interesante: Cantolla se escribe con «LL» porque viene del nombre de un mexicano famoso que era aficionado a los globos aerostáticos: Joaquín de la Cantolla y Rico.

Salirse de la zona de confort

La economía está atorada, punto. Los acontecimientos en México y las pocas buenas noticias a nivel internacional ha hecho del 2014 uno de los años más malos de los que tengo memoria.

Nadie está gastando más allá de lo estrictamente necesario Y SE NOTA. Basta con ver los centros comerciales que, desde finales de octubre, comenzaron a colocar sus adornos navideños en un desesperado intento por atraer compradores. Muchos andamos preocupados porque desde principios del año los proyectos dejaron de fluir.

En mi caso fue muy evidente, dejé de recibir las 3 o 4 solicitudes de cotización que normalmente tenía por semana. A partir de junio sólo me contactaban una vez cada 15 días. Los prospectos no me buscaban como lo hacían antes. ¿Sería que mi sitio web estaba «caído»? No. ¿Sería que mi competencia estaba haciendo algo mejor que yo? No lo sé. ¿Sería que me dormí en mis laureles? Tal vez. Estaba a punto de entrar en pánico cuando un viejo cliente me llamó para realizar un proyecto ambicioso que me tenido ocupada hasta diciembre, pero no podía seguir tranquila en mi despacho esperando a que los prospectos me llamaran, así que decidí llamarlos yo.

Al principio sólo realicé «llamadas en frío» a empresas a las que me interesaba venderles mis servicios de freelance, pero el resultado fue muy poco alentador, pocas veces pude hablar con la persona indicada, lo mejor que conseguía era que las recepcionistas me dieran un email para que enviara mi información. Casi nunca pude obtener el nombre de la persona o el departamento a la que dirigiría el correo con mi carta de presentación.

Fue entonces cuando realmente me salí de mi zona de confort y decidí salir a visitar a los prospectos que realmente me interesaban. Yo, que estaba acostumbrada a que ellos me buscaran, tuve que salir a la calle a ofrecer mis servicios.  Sentí que me «estaba rebajando al nivel de vendedor de calle»  y arrastré a mi ego a lugares desconocidos. La primera vez fue cuesta arriba, me daba muchísima pena entrar a una empresa y preguntar cómo podía agendar una cita con la persona indicada. Obtuve todo tipo de respuestas, desde la clásica «–El licenciado Fulano está en una junta, déjeme su tarjeta y yo se la paso», hasta la rarísima «–Gracias, pero en esta empresa no invertimos en ese tipo de servicios».

Afortunadamente, después de visitar 15 empresas en el transcurso de dos semanas, concreté las citas con los responsables del área de mercadotecnia de dos compañías. En la primera me escucharon atentamente, pero no se mostraron muy interesados en mis servicios, en la segunda me solicitaron una cotización y ahora estoy trabajando en un proyecto intere$ante.

Tal vez muchos me dirán que jamás debería ir a tocar puertas como vendedor callejero, que tendría que poner un anuncio en un medio especializado o usar los servicios de compañías que hacen envíos masivos de emails, pero la realidad es que, si deseo resultados diferentes debo hacer cosas diferentes… aunque me salga de mi zona de confort.

Y tú ¿haz cambiado la forma de vender tus servicios?

TIPs para cotizar

Finance Concept, Financial Advisory

Queridos freelanceros creativos:

No se pueden perder la oportunidad de asistir a este interesante webinar GRATUITO que está organizando Adobe Latinoamérica.

Compartiré mis experiencias  de 20 años haciendo cotizaciones para clientes de todo tipo en una plática que tendremos mañana miércoles 3 de diciembre a las 21:00 hrs. México (consulta los horarios de tu país).

Escuchen a So @Blogylana, la experta en finanzas personales, a Rafa de @Conecta y @AdobeLat en esta transmisión en vivo ¡se va a poner bueno!

Lo único que tienes que hacer es inscribirte a través de este formulario.

¡Nos vemos mañana!

 

No trabajes para la SEP, estás avisado

Sep pagame2Ya en abril había escrito sobre este problema: la Secretaría de Educación Pública no había cumplido con los pagos a ilustradores, editores, diseñadores y demás colaboradores que habían entregado su trabajo para la publicación de diversos libros de texto.

Con tristeza les confirmo que, a un año de que la mayoría de estos freelanceros entregaron su trabajo, la SEP continúa sin cubrir los honorarios de aproximadamente 300 profesionales independientes. A ellos se suman más personas que comenzaron a trabajar en proyectos editoriales a partir del 2014.

La excepción fueron unos pocos ilustradores a los que se les adeudaba menos de $20,000 pesos mexicanos. Todos los colaboradores que superaban esta suma continúan sin recibir pago alguno. Cálculos aproximados hacen suponer que la SEP les adeuda cerca de $16 millones de pesos (sí, leyó usted bien).

En la conferencia de prensa que llevó a cabo en CENCOS el pasado 7 de noviembre, un grupo de trabajadores expertos en revisión de libros denunció que los representantes de la SEP les han dado toda clases de excusas para no entregarles los contratos con los que se habían comprometido a pagarles. Ver boletín de prensa.

Cualquiera de los afectados explica cómo la SEP los invitó a trabajar en los libros de texto, sin contratos ni acuerdos por escrito. Esta irregular manera de trabajar ha sido una constante en la forma en que los freelanceros han colaborado por años con la Secretaría de Educación Pública. Uno de estos colaboradores comentó que un empleado de la SEP  los invitó a participar en los libros de Geografía ofreciéndoles el pago «sin impuestos» ¡una Secretaría de Gobierno ofreciendo trabajo informal sin recibos!

¿Dónde está el dinero?

Supuestamente la SEP contaba en el 2013 con la partida presupuestal que permitía la contratación de los servicios profesionales necesarios para la elaboración de los libros de texto, pero extráñamente esa partida nunca se ejerció y se «devolvió» al final del 2013 (!) Nadie sabe dar razón de ella.

Recientemente me enteré que el problema de falta de pago también se extiende a los freelanceros que comenzaron a trabajar para la SEP en el 2014. Algunos de ellos ya han comenzado acciones legales en la Contraloría Interna.

Apóstandole al cansancio

Las negativas del personal que da la cara en la SEP hacen suponer que la dependencia está apostándole a que, tarde o temprano, sus deudores se cansarán de llamarles, escribirles o darse vueltas y vueltas a sus oficinas. Piensan que después de hacerlos perder tiempo, dinero y esfuerzo se resignarán a nunca ver un centavo del trabajo que ya realizaron y actualmente se encuentra en uso en las aulas de las escuelas, desde preescolar hasta educación media.

Urgente advertencia

Si bien las acciones en contra de la SEP no se detendrán es importante que todos los que trabajamos por nuestra cuenta pasemos la voz e informemos a nuestros amigos y conocidos sobre la falta de solvencia de esta dependencia:

  • Si un empleado de la SEP te invita a trabajar en un proyecto relacionado con sus publicaciones ¡aléjate lo más pronto que puedas! perderás un tiempo valioso que podrías dedicar a proyectos realmente rentables.
  • Si un amigo te pide que «le eches la mano» para terminar un trabajo urgente para la SEP considera que es muy probable que nunca recibas el pago prometido.
  • Si una editorial te ofrece un proyecto interesantísimo para colaborar con los libros de texto exige un contrato escrito y no comiences a laborar sin un anticipo.
  • Si piensas que es un «honor» que tu trabajo forme parte de los libros de la SEP, aunque no te paguen, mejor piensa que con «honor» no se paga el súper o la gasolina.

Perdiendo la fe en las instituciones

La situación actual de nuestro país me hace pensar que todo está perdido, que estamos solos y que nadie vendrá a ayudarnos, pero luego me acuerdo que sólo cuando levantamos la voz conseguimos ser escuchados por las personas que tienen la capacidad de resolver los problemas. Me queda claro que la insistencia y exigencia pueden rendir frutos… siempre y cuando los responsables escuchen y dejen de hacerse tontos, actúen y eviten «echarle la bolita» a sus antecesores. ¡SEP, paga ya!

 

 

 

Una curiosa ventaja de las facturas electrónicas

En México, a partir del 2014, todas las personas y empresas con actividades comerciales estamos obligados a emitir y enviar facturas electrónica a los clientes.  Esta nueva disposición fiscal, que tiene como principal propósito generar un control más estricto de los contribuyentes por parte del gobierno, ha generado inconformidades y aplausos.

En principio, a mí me parece muy bien que los negocios en los que consumo me envíen a mi correo electrónico la factura de mi consumo, así no pierdo tiempo en las tiendas esperando a que un empleado jetón, del área de atención a clientes, tenga la amabilidad de escribir a mano mi factura. Incluso algunos almacenes han implementado sistemas donde el mismo cliente captura sus datos e imprime su comprobante fiscal.

Los problemas comienzan a aparecer cuando el negocio donde pagamos nos dirige a una página web para facturar en línea: hay empresas que sólo dan 7 días para realizar el trámite y otras que tienen sistemas en internet espantosos donde es un triunfo humano obtener la factura electrónica. Parece que el SAT ya está tomando medidas al respecto.

Y luego están los negocios medianos donde  «juran por el osito Bimbo» que  enviarán la factura al email del cliente, pero jamás lo hacen. Mi contador hace gestos cada que le indico que no tengo una factura porque al negocio donde hice la compra nunca se le dio la gana hacerla.

Una curiosa ventaja de las facturas

Hace algunos días realicé un proyecto fotográfico para una empresa donde, desde el principio, me indicaron que no daban anticipo, pero pagaban contra entrega, previa revisión de la factura electrónica. Terminé el trabajo en el tiempo acordado, le envié al cliente la liga para que revisara las fotos y le mandé la factura correspondiente a su departamento de compras.

Cuando el cliente me preguntó que cuando podría enviarle los archivos originales de las fotos le contesté que lo haría cuando estuviera realizado el pago. Ese mismo día recibí un correo con una ficha de depósito y la solicitud de que «enviara los archivos a la brevedad, porque tenían que imprimirlos al día siguiente». Se los envié sin contratiempo.

Al día siguiente revisé mi estado de cuenta por internet y ¡oh, sorpresa! el pago que había realizado el cliente sólo cubría el 70% del total. Cuando lo busqué para reclamarle me salió con una excusa:

— Es que es una nueva política de la empresa, no hacemos el pago completo hasta que recibimos los archivos y confirmamos que están ok.

— Supongo que ya revisaste que están bien todos los archivos que te envié.

— Si… este.. no, es que no he tenido tiempo, pero ya la semana que entra te hacemos el pago restante.

Para no hacerles el cuento largo les diré que me la pasé tres semanas correteando el pago faltante hasta que se me ocurrió una estrategia malvada: cancelé electrónicamente la factura que les había enviado. Entonces recibí una llamada de una molesta señorita de la empresa que me reclamaba por tal cancelación. Le expliqué que tuve que hacerlo porque, simplemente, no correspondía con el pago del 70% que habían realizado y que, con gusto, cuando estuviera realizado el pago del 30% restante, les enviaría las facturas correspondiente. Al día siguiente recibí el pago faltante y les envié sus nuevas facturas.

Dos días después me escribió el cliente para decirme que se había enterado que ya me habían pagado y para pedirme que, como un favor especial, le «ayudara» a realizar unos pequeños retoques en las fotos que le envié. Estuve evaluando los pros y contras de realizar esos retoques que me solicitó, pero al final no me dio la gana hacerle ese pequeño «favor». Seguía molesta por su «nueva política» de retener parte del pago y sus evasivas durante semanas. No quiero ser mal pensada, pero es probable que con esa mala práctica tengan obligados a sus proveedores a realizar trabajos adicionales mientras tienen retenidos los finiquitos.

Una amiga me dijo que no están los tiempos como para andar abandonando clientes, pero yo opino que los tiempos no están como para malgastarlos con empresas gandallas.

Para sacarme la espinita le llamé a la competencia de ese cliente malo. Tengo una cita para presentar mis servicios la próxima semana.

 

Claroscuros del Festival de Globos de Cantolla

festival

El pasado fin de semana asistí por primera vez al Festival Multicultural de Globos de Cantolla de Tlacotenco donde viví, junto con mi esposo, una mezcla de maravillas y horrores.

Primero las maravillas

Llegamos cerca de las 15:00 hrs del sábado al parque El Ocotal* donde rápidamente nos indicaron donde debíamos estacionarnos. El evento se veía muy atractivo: una gran explanada verde albergaba un escenario con luces y sonido bien puestos, a la derecha varios foodtrucks ofrecían comida de lo más variado, al otro lado se ubicaba una gran área techada donde pequeños stands vendían postres de todo tipo, antojitos mexicanos, cervezas, pulque y artesanías. El lugar rebosaba de visitantes: familias completas que no olvidaron a los abuelos, parejas jóvenes que disfrutaban de gigantes micheladas y niños que ya querían volar sus globos de Cantolla.

Se presentaba un espectáculo de aves de rapiña mientras reuníamos nuestros artículos para acampar. Comenzamos a caminar y caminar mientras buscábamos algún rinconcito alejado para instalarnos, pero parecía que todos los sitios estaban ocupados, el paisaje era el de un multifamiliar altamente poblado, en varios sitios las tiendas de campaña estaban instaladas a menos de un metro de sus vecinos. Continuamos subiendo por la vereda hasta que, trescientos metros más adelante, nos instalamos lo más alejado que pudimos de las tiendas de campaña vecinas.

GloboAl regresar a la explanada principal disfrutamos una asombrosa exhibición de aviones gigantes de control remoto. Los visitantes continuaban llegando y el evento lucía muy bien organizado. Procedimos a darnos vuelo con los antojitos mientras una banda acompañaba la primera tanda de elevación de globos gigantes. Es emocionante ver volar estas laboriosas obras de papel de china multicolor. Algunos de ellos tenían sorpresas como explosiones de serpentinas y confeti metalizado.
Los episodios de lluvia no enfriaron los ánimos de los asistentes que continuaban llegando al parque. La fila para el taller de globos de Cantolla era de varias decenas de personas que pacientemente esperaban su turno, algunos llevaban formados más de una hora, pero valía la pena esperar: todos querían tener su propio globo para el lanzamiento masivo durante la Noche Mágica.

Comienzan a aparecer los primeros horroresbaños

Todos sabemos que, cuando vamos de campamento, hay que adaptarse a las circunstancias: no podemos esperar las comodidades de nuestra casa, pero el servicio de baños que ofrecía el evento era absolutamente ridículo: por $5 pesos pude subir a la antesala del infierno, una plataforma inestable con unas tazas de baño rebozadas de ya saben qué; las puertas eran unos plásticos totalmente inútiles y a la salida se ofrecía una palangana con agua negra para lavarse las manos. Del olor ni les digo (ya les platiqué de la variedad gastronómica del lugar). Los otros dos servicios de baños eran muy similares. Fue entonces cuando comprendí porqué muchos optaron por ir a desahogar sus cuerpos en el sembradío que se encontraba detrás del escenario 😦

Los visitantes continuaban llegando y el caos de automóviles era total, como ya no había espacio en el estacionamiento principal, los coches comenzaron a invadir las zonas de acampar, dejando el auto aventado donde se pudiera. Me gustaría saber quién fue el idiota que se estacionó su camionetota sobre una parcela de papas.

Caída la noche todos participamos de la elevación masiva de globos, verdaderamente se sentía la buena vibra de todas las personas que con emoción despedían sus globos de todos colores, formas y tamaños. Recuerdo varios de Minions, Hello Kitty y hasta uno de San Judas Tadeo. Cerca de las 10 de la noche la banda que tocaba en el escenario fue subiendo el tono de sus arengas para desagrado de muchos papás que no sabían si prender la mecha de sus globos o taparles los oídos a sus pequeños hijos.

El volumen de la música iba en ascenso y me enteré que el rave acabaría hasta las 4 de la mañana. Fue entonces cuando me percaté del éxodo de familias que intentaron abandonar el lugar, algunas lo consiguieron, pero la mayoría se quedó atrapada en el desorden de coches estacionados por todos lados. Grandes grupo de jóvenes continuaban llegando al evento, muchos se jactaban de que no habían pagado nada para acceder.

Cuando regresamos a nuestra tienda de campaña, mi esposo y yo tuvimos la inocencia de intentar dormirnos, cosa que resultó imposible pues la música electrónica, aunque lejana, retumbaba en todo el lugar. A eso de las 2 de la madrugada los gritos de los borrachos vecinos eran bastante agresivos, en todo el campamento se escuchaban riñas de pareja acompañadas de algunos lanzamientos de botellas de vidrio. Eran las 4 de la madrugada y los coches continuaban pasando muy cerca de nuestras cabezas. La música dejó de sonar a las 5, pero muchos exaltados continuaban haciendo escándalos por todas partes. Sinceramente dudo que alguien haya podido dormir, ni siquiera las personas que pasaron la noche dentro de sus coches.

basuraA las 7 de la mañana amaneció, desayunamos y bajamos para ser testigos de lo que mi marido bautizó como un «Apocalipsis Zombie». La descripción era acertada, había tiendas de campaña instaladas en los sitios más ridículos, varias personas intentaban, sin éxito, prender las fogatas con la leña húmeda que vendían en el lugar. Había uno que otro borracho tirado a la orilla del sendero y la explanada principal estaba, literalmente, tapizada de basura. Me llamó la atención ver la cantidad de botellas vacías de Johnnie Walker, Kraken y Buchanans que se habían consumido. A las 10 de la mañana todavía había jóvenes dormidos en pleno paso de la gente.

Después de comprar un café tuvimos la oportunidad de entrar al talleglobo 2r de globos de Cantolla. Allí, Axel un jóvencito de 12 años, nos sorprendió con su habilidad para explicar y guiarnos en la elaboración de nuestro propio globo. También platicamos con algunos de los artesanos que participaron en los concursos que se organizaron durante el festival; su la dedicación, destreza y conocimientos nos asombraron.

Después de ver la elevación matutina de globos monumentales, mi esposo y yo decidimos empacar nuestra tienda y dejar el lugar; la mezcla de sentimientos contradictorios que teníamos era muy extraña, disfrutamos mucho el espectáculo de los globos de Cantolla, pero sufrimos el exceso de asistentes que desbordaron un evento que, por momentos, se salió de control.

Querido comité organizador:

  • Por favor concéntrense en que el festival esté dedicado a los Globos de Cantolla, que son lo más importante para Tlacotenco. El público que asistió al reve no es el mismo que asistió para ver la elevación de los globos. Se trata de dos eventos completamente diferentes, para diferentes audiencias, con distintas espectativas y necesidades. No fue buena idea revolverlos.
  • Como no hay señal de celular en el parque muchas personas se pierden ¿no hubiera sido buena idea instalar un kiosco de «Perdidos y encontrados»?
  • Contemplen seriamente en ofrecer un servicio sanitario que pueda atender a miles de personas. Compañías como Sanirent o Tronorent son especialistas mexicanos que pueden ayudarlos en la logística.
  • Coloquen suficientes botes de basura con capacidad para recibir todos los desechos de los asistentes, las tímidas cajitas que decían «basura inorgánica» fueron absolutamente insuficientes.
  • Por favor no permitan el acceso de automóviles en las zonas para acampar, de milagro no hubo accidentes que lamentar.
  • Me da gusto ver a tanta gente interesadas en el Festival, pero la cantidad de personas que a las que les permitieron el acceso lo volvió una experiencia sufridora.

Confío en que sabrán aprender de la experiencia y harán que el próximo evento sea mucho mejor.

Y ¡que vivan los globos de Cantolla de Tlacotenco!

¡Ya, despide a ese cliente malo!

Adios

Muchos freelanceros se quejan de sus malos clientes, pero pocos se atreven a buscar otros. El clásico «más vale malo por conocido que buenos por conocer» se convierte en un mantra que los trabajadores independientes repiten mientras son objeto de malos tratos, falta de pagos y regateos por parte de sus viejos clientes.

¿Será que es nuestro destino fatal toparnos con personas que no aprecian nuestro trabajo, exigen cosas irreales y, además, evitan a toda costa pagarnos a tiempo? La respuesta es NO, NO y mil veces NO. Nuestro futuro siempre será lo que nosotros hagamos de él, si tenemos clientes malos es porque no queremos deshacernos de ellos.

Estos son los pretextos que yo conozco para no despedirlos:

Tengo mala suerte con los clientes

Es muy fácil asumir el papel de víctima pasiva mientras te quejas de tus miserables clientes que piden más de lo que quieren pagar o te colman de cambios. Si siempre te tocan malos clientes revisa qué estás haciendo para atraer ese tipo de personas.

Una amiga de la preparatoria decía que le gustaban los hombres dominantes que la celaban mucho, porque según ella, eso era signo de que la amaban. Varios de sus novios fueron golpeadores.

No es cierto que te persiga la «mala suerte», si ya te descubriste escogiendo al mismo tipo de cliente malo ¡haz algo para cambiar ese patrón! ¡YA!

Hay que educar al cliente

Por supuesto que debemos ayudar a nuestros clientes a resolver sus proyectos ampliando sus opciones, mostrándoles el alcance de nuevas técnicas y solucionando sus dudas con información clara y verídica. Sólo enseñándoles parte de la magia y evidenciando nuestros conocimientos podemos ganarnos su confianza y presentarnos como profesionales.

Sin embargo, educar al cliente jamás deberá ser sinónimo de soportar a alguien que se comporta como niño berrinchudo que sólo ve para su conveniencia. Tu tiempo debe estar enfocado a trabajar en un proyecto, no a lidiar con personas que cambian de parecer a cada rato, que son inmaduros en sus relaciones profesionales o que simplemente no confían en tus recomendaciones porque eres muy joven.

Si pasas más tiempo discutiendo con el cliente que trabajando en su proyecto perderás tiempo y dinero.

Hay que ser profesional

Muchos diseñadores piensan que nunca deben dejar ir a un cliente porque hay que aguantarse, como los machos.

–¡Cómo que no voy a poder con los encargos extravagantes del cliente! ¡claro que puedo, para eso soy profesional!– y pues listo, nada es más fácil que ponernos nosotros mismos la soga al cuello.

Ser profesional no significa ser mártir, sufrir nunca será buena idea para ganar el sustento. Ser profesional es resolver, con estándares profesionales, el problema que plantea el cliente y cobrar en consecuencia.

El ejercicio profesional puede estar lleno de retos y a veces algunos aspectos pueden salirse de control, en esos casos debemos replantear los proyectos para evitar afectar nuestra salud. Eso de «trabajar toda la noche y comer cuando se pueda» es un signo claro de falta de organización.

Mi trabajo debe agradar

A los diseñadores nos pagan, entre otras cosas, para obtener un resultado estéticamente agradable. Como los cantantes, los diseñadores amamos aplauso y la aceptación. Para nosotros no hay peor escenario que cuando un cliente nos dice «No me gusta lo que estás diseñando». Entonces tomamos el comentario como una afrenta a nuestra honra profesional y estamos dispuestos a probarle que somos capaces de hacer cualquier cosa para agradarle. En principio, eso no está mal, pero debes tener muy claro lo que le escribiste al cliente en la cotización: si ofreciste hacer cinco propuestas, debes obtener un visto bueno después de la segunda revisión, de lo contrario estarás comenzando a perder tiempo y dinero.

Algunas personas están acostumbradas a exigir mucho más de lo que están dispuestas a pagar. Si tú cotizaste la creación de un logotipo no aceptes hacer gratis el folleto y la papelería de la empresa sólo por agradar a tu cliente. Si la empresa requiere servicios adicionales debe contar con los recursos necesarios para pagarlos.

Si tú, llevado por tu deseo de aceptación, comienzas a regalar tu trabajo, te convertirás en un patrocinador más que en un proveedor profesional. Con la desventaja de que nunca aparecerá una placa en las oficinas de tu cliente que diga

«A nuestra bien amada diseñadora, que nunca le dijo no a nada, siempre estuvo dispuesta a hacer hasta lo imposible por agradarnos y, además, JAMÁS nos cobro por todo el trabajo extra.»
SEPTIEMBRE DEL 2018

Quiéreme, por favor

Me resulta llamativo ver cómo las mujeres diseñadoras son las que más buscan agradar con su trabajo, parece que la educación tradicional ha logrado que varias de nosotras busquen la aceptación a toda costa:

Tienes que hacer cosas agradables para que los demás te quieran.

Nunca contradigas a las personas, las harás enojar, y si se enojan ya no te querrán.

Es tu obligación servir a los demás, hazlo con tu mejor cara.

Las mujeres son multitasking y pueden atender muchos pendientes al mismo tiempo.

Aturdidas por este tipo de enseñanzas, varias diseñadoras confundirán un rechazo profesional con una declaración de abandono que las obligará a hacer «lo que sea» para mantener a sus clientes (malos) contentos.

En resumen: cada quien tiene los clientes que atrae, si no te gustan tus clientes actuales cambia tu oferta, explora nuevos nichos, investiga qué cosas está haciendo bien tu competencia, modifica la redacción de tu sitio web, trabaja en la creación de un portafolio vendedor, etc., etc. Y por favor, deja de trabajar con clientes que no te hacen feliz.

 

Sí, doctor. No, diseñador.

Doctora webMe llama poderosamente la atención cómo los doctores han triunfado como freelanceros. Me refiero a los médicos que trabajan de forma independiente, los que no forman parte del personal de un hospital o consultorio de farmacia. Esos que rentan un espacio en alguna torre médica, que tienen su consultorio en su domicilio particular o que se asociaron con otros especialistas para compartir los gastos de una clínica.

Estos doctores freelanceros siempre me han dado envidia pues su nivel de vida es bastante bueno, trabajan mucho, ganan más y, algunos, hasta se dan el lujo de evadir impuestos.

Y por otro lado están los diseñadores freelanceros que, si bien les va, van ganando lo necesario para «irla llevando», nunca tienen suficientes clientes y deben pagar más o menos el 30% de sus ingresos al SAT.

Ya sé que muchos me van a reclamar que no debo comparar a profesionales de especialidades tan diferentes, que un Doctor tiene muchos más años de estudio y que el nivel de responsabilidad con un Diseñador no se compara ni de lejos. Pero de todas formas voy a hacerlo, primero porque  es mi blog y yo escribo lo que quiera, y luego porque pienso que este ejercicio puede concretarse en alguna idea que pueda ayudarnos a mejorar nuestro ejercicio profesional.

¿Usted pediría un descuento en los honorarios del doctor mientras su familiar sufre en la sala de espera? NO ¿verdad? ¿entonces, porqué lo hace con un diseñador?

El «dolor» que atiende un doctor es del tipo físico: una persona de clase media que sufre de un dolor abdominal intenso no podrá ignorarlo, si después de tomarse el remedio casero o la pastilla que le recomendaron, el dolor no disminuye, muy probablemente irá al doctor… o a «urgencias».

Por otro lado, el tipo de «pacientes» que atiende un diseñador es más del estilo «Queremos tener nuestro (logo, sitio web, portada, etc.), hay que buscar a un diseñador bueno, bonito y barato». El problema, como bien lo describe Brennan Dunn en su libro «Double your freelancing rate«, es que el logotipo, sitio web, etc. NO ES EL DOLOR DEL CLIENTE: para él, el diseño es la «medicina» que busca para resolver el verdadero dolor económico o emotivo.

• A una empresa le duele la falta de clientes, y piensa que la medicina es crear un sitio web que le atraiga nuevos prospectos.
• A una asociación le duele que las personas no los toman en serio por su falta de imagen profesional, pero no le duele tener un logotipo horroroso.
• A una fábrica le duelen las bajas ventas, y opina que la medicina es relanzar sus productos con un nuevo empaque.

Los médicos también tienen competencia de bajo nivel

Los diseñadores nos quejamos de que, hoy en día, cualquiera ofrece servicios de diseño, desde los egresados de cursitos de tres semanas de «diseño gráfico» hasta la imprenta que da el servicio de diseño gratis con tal de hacer la impresión, pasando por los cientos de egresados que cada año se suman al grupo de diseñadores que están dispuestos a trabajar gratis con tal de ir armando un portafolios.

Sin embargo los doctores también tienen competencia de bajo nivel: los yerberos ofrecen remedios para casi cualquier mal y las consultas de bajo precio se han multiplicado en las nuevas farmacias. Hasta internet es competencia para los médicos (que levante la mano quien nunca haya consultado a Google para saber cómo curarse de algo). De todas formas veo los consultorios de los doctores llenos de pacientes recomendados. Los médicos especialistas tienen, por lo menos, dos semanas de citas saturadas.

Al doctor se le hace caso, al diseñador se le regatea

Es interesante la actitud sumisa que todos adoptamos al momento de recibir las indicaciones del doctor:

— Se va a tomar esto por diez días cada 8 horas.
— Sí, doctor.
— Se va a hacer estos estudios.
— Sí, doctor.
— Va a dejar de comer esto y lo otro.
— Sí, doctor.
— Cuando tenga los resultados de sus análisis me llama para hacer otra cita.
— Sí, doctor.
— Ahora, por favor pase con mi asistente para cubrir la consulta, son $600 pesos.
— Sí, doctor.

Es probable que no sigamos todas las indicaciones del doctor, pero es improbable que salgamos de su consultorio sin pagar la consulta. Me pregunto cuántas personas habrán tenido la osadía de decir —Oiga, doc ¿porqué tan cara la consulta? ¿no me puede hacer un descuentito? Mire, es que en la Simifarmacia me cobran $30 pesos. ¿Qué tal que me da esta consulta gratis y yo le hago publicidad entre mis conocidos?

Tenemos que demostar a los clientes que somos especialistas

En muchos casos los clientes recurren a los diseñadores con una receta de automedicación donde ellos creen que ya tienen el diagnóstico y buscan la medicina que ellos piensan que resolverá su dolor, pero no ven al diseñador como un «especialista» que los puede asesorar para obtener una solución gráfica a un problema económico o emotivo. Muchas clientes dan a los diseñadores simples indicaciones sobre lo que se espera del producto del diseño:

— Mira, quiero un folleto elegante, pero divertido.  Que sea atractivo para mis clientes. Algo que se vea bien, pero que no me cueste muy caro.

En cambio a un doctor no le decimos:

— Mire doc, quiero que me quite este dolor, quiero gastar lo mínimo en medicinas y, de preferencia que sepan rico. Tampoco quiero que el tratamiento sea largo o que me mande a hacer estudios especiales.

Por eso pienso que los diseñadores tendríamos que ser un poco más como los doctores: averiguar los «antecedentes médicos» de la empresa y ofrecer una asesoría que presente lo que busca el cliente, pero también lo que nosotros sabemos que puede ser mejor para su caso.

Por lo general los diseñadores se enfocan más en las preguntas técnicas que en descubrir cual es el dolor del cliente:

— Hola necesito que me cotice un rediseño de una página web.
— Ok ¿cuántas secciones tiene su página?
— Creo que cinco ¿la forma de contacto cuenta como sección?
— Sí. ˛Va a necesitar una tienda online?
— Sí, pero ¿me lo podría cotizar con y sin tienda online?
— Claro ¿con quien tiene contratado el hosting?
— Este… no sé. ¿Eso es importante?
— Sí, pero no se preocupe le voy a cotizar el hosting con la compañía con la que nosotros trabajamos.
— Bien ˛cuándo me puede enviar la cotización?

¿No sería más provechoso un diálogo como el siguiente?:

— Hola necesito que me cotice un rediseño de una página web.
— Con gusto, puedo ofrecerle diferentes soluciones que pueden adaptarse a sus necesidades. ¿Qué los motiva a querer rediseñar su sitio web?
— Es que queremos algo que se vea moderno porque nuestro sitio ya está muy «antiguo».
— ¿Cómo se dieron cuenta de que está «antiguo»?
— Es que nuestra competencia acaba de lanzar un sitio muy «flashy».
— ¿Qué les resultó atractivo del nuevo sitio de su competencia?
— Pues las fotos de los productos son muy buenas y tienen una tienda en línea.
— Ok, ¿ustedes venden productos en línea?
— Ahorita no, pero vamos a abrir dos nuevas sucursales.
— Ah, qué bien. Ya tuve la experiencia de desarrollar un sitio web para una empresa que estaba en fase de expansión. El sitio les atrajo nuevos prospectos con un perfil específico. ¿Quénes son sus principales clientes?…

¿Notaste los distintos enfoques en estas dos conversaciones?

Tal vez los diseñadores, a diferencia de los doctores, no salvemos la vida de nadie, pero un folleto bien diagramado, un sitio web profesional o un empaque atractivo pueden obrar maravillas por la salud financiera de muchas empresas.

Queremos tu trabajo, no podemos pagarte

disenador editorial2Me estoy cansando de ver anuncios donde requieren diseñadores para trabajar gratis.

Estos avisos hacen uso de la modalidad de «intercambio en especie», «oportunidad de aprendizaje» o el clásico «te daremos el chance de mostrar tu trabajo al mundo»… y ¿saben qué? ¡Ya estuvo bueno de abusar de los diseñadores! Si no te van a pagar con dinero entonces no se puede llamar empleo o trabajo.

Difícilmente encontraré un anuncio que solicite a un arquitecto para construir una casa al cual se le ofrezca «pago en especie». Tampoco abundan las ofertas para secretarias a las que se les pague con «aprendizaje». Mucho menos habrá un requerimiento para un abogado que no cobre a cambio de que «su trabajo sea mostrado al mundo». Entonces ¿porque los diseñadores somos menospreciados como profesionales? la respuesta es simple: como somos demasiados, peleamos por ofertas ridículas y ocupaciones disfrazadas de empleo.

Mis sugerencias si aspiras a trabajar en una empresa:

  • Considera que el periodo de prueba en un empleo no debe ser a cuenta de tus ahorros, si no te pagan en esta etapa de inicio ¿qué te hace pensar que lo harán después?
  • Recuerda que el truco de los trainees está bien para entretener a los jovencitos que están terminando la universidad, pero si ya tienes más de 30 años ¡no puedes darte el lujo de trabajar gratis para aprender!
  • Cuando un despacho o asociación ofrece un Trabajo (sí, así con mayúsculas) te debe dar un contrato y prestaciones, debes estar dado de alta en una nómina y recibir tu pago puntualmente. Si algo de esto te falta ¡no estás en un empleo formal! Ojo: entregar recibos de honorarios no te hace «empleado» de la empresa, sólo demuestra que en realidad no estás contratado y eres un freelancero que cubre un horario en una oficina, sin derecho a crear antigüedad.

Y si eres freelancero:

  • Recuerda que tú, y sólo tú, decides cuando vas a donar tu trabajo. Tú, y sólo tú, debes evaluar qué asociación o persona merece que le regales tu tiempo y trabajo. Obviamente, a menos que alguien te mantenga, donar tu trabajo «a la causa» sólo lo puedes hacer como una ocupación parcial, nunca con disposición total de tu tiempo.
  • Si alguien te convence de pagarte en especie (con cosas, pues) evalúa si realmente lo que te están ofreciendo es algo que verdaderamente quieres o necesitas. Recuerda la historia que platiqué sobre la diseñadora a la que le pagaron con depiladoras No-no: ¡qué problema fue venderlas!
    Si alguien ofrece pagarte en especie realmente te está pagando menos, me explico: el dueño de la fábrica de juguetes te ofrecerá pagarte los $10,000 pesos que te debe con mercancía valuada en su catálogo por un total de $10,000 pesos; el detalle es que a él esos juguetes realmente le cuestan fabricarlos aproximadamente $7,000. Al final te está pagando 30% menos de lo que le costaría pagarte con dinero.
  • Si eres un profesionista independiente, y ya tienes por lo menos cinco años trabajando por tu cuenta, ya sabes que te están cuenteando cuando un cliente te dice:
    — Hazme una prueba gratis para que me anime a encargarte el proyecto.— No te podemos pagar, pero vamos a incluir tu crédito para que puedas presumirlo en tu portafolios.
    — Estamos evaluando a varios ilustradores y vamos a optar por el que mejor desarrolle el brief.
    — Nos encantan tus fotografías ¿podrías enviarnos varias para nuestra revista? no hay pago, pero es promoción.
  • Si por alguna extraña razón decides trabajar a cambio de otra cosa diferente al dinero, por favor, deja muy claro los alcances del proyecto, establece plazos claros y nunca permitas que te traten como un empleado al que sí le pagan.

Como bien dice @ElDivanDelCopy :

No se reciben ofertas SIN PAGO o donde «se paga con aprendizaje». «Aprendizaje» mis huevos.

Mi huella en Las Vegas

Eso de ser princesa nunca se me dio. Lo mío es vestir de mezclilla y tenis cómodos.  Como tengo un sólo vestido en mi clóset nadie podrá acusarme de ser glamorosa ni nada por el estilo. No me apasionan las bolsas ni los zapatos, tal vez mi única obsesión sea ser puntual.

Imaginen cuál sería mi angustia cuando me enteré que, como parte de las actividades de la convención en Las Vegas a la que asistiríamos mi esposo y yo, se incluía una cena formal. ¿Qué me voy a poner? dije repitiendo un famoso cliché. ¿Cómo debería vestirme para esa importante ocasión en la que, además, iría representando a mi país? Todo el asunto me pareció cuesta arriba: compré un bonito vestido blanco animada por los comentarios de mi marido, era muy pegadito y con la falda más corta de lo que jamás había usado. Cuando volví a probármelo en casa me di cuenta de que no podría usar ropa interior normal pues se marcaba to-di-ta. Hasta ese momento de mi vida cobró sentido la existencia de las fajas sin costuras y las pezoneras de silicón.

Cuando le conté a mi madre sobre este importante evento no dudó en contribuir con mi correcta presentación: me entregó una cajita que contenía el primer anillo que ella pagó con su dinero, un collar de plata que había sido de mi abuela y unos aretes prestados de mi hermana que, aunados a una pulsera de una tía constituían, literalmente, las joyas de la familia. Dicha cajita viajó pegada a mí hasta Las Vegas.

La convención inició como estaba programada. Los más de cien participantes habían llegado desde todos los continentes y mi esposo y yo éramos los únicos mexicanos en el evento. La fecha de la cena se aproximaba y yo tenía todo listo para vestirme como lo había planeado semanas atrás.

Llegado el día comencé a prepararme con suficiente tiempo; vestirme me tomó solo unos minutos y, antes de ponerme los zapatos, busqué el frasco que había comprado la ocasión. La etiqueta lo decía todo: «Medias en spray, rocíe generosamente sobre las piernas para obtener una apariencia uniforme y nacarada«. Como anticipé que el spray podría alcanzar a desprender una nube de color decidí realizar la operación dentro de la enorme tina del baño del hotel. El primer chisguete fue decepcionante, dos ríos de color negro corrían por mis piernas. Cada vez que oprimía la válvula escupía un tono distinto: amarillo, café, rosa ¿acaso el frasco contenía un muestrario de todos los colores de piel que existían en el mundo? Lo agité lo mejor que pude pero el resultado no mejoró. Para empeorar mi precaria situación mi marido tocó a la puerta del baño para confirmarme que ya era hora de irnos. No recuerdo qué fue lo que le grité, pero lo alejé con éxito.

Derrotada decidí quitarme todo el pigmento que escurría por mis piernas. Como no podía salir de la tina batallé para alcanzar  una toalla para manos con la cual comencé a frotar mis variopintas extremidades. Para mi sorpresa los pigmentos le habían tomado cariño a mi piel y rehusaban abandonarla. En mi desesperación tallé lo más fuerte que pude y terminé, cinco minutos después, con unas piernas manchadas y rojas de ardor. Para colmo mi vestido también había participado de la orgía de color ¡Mi hermoso y ya no tan blanco vestido!

Salí del baño descalza para mostrarle a mi esposo el desastre de mi persona. Comencé a llorar y declaré que no bajaría a la cena. Lo había estropeado todo. Tampoco recuerdo cómo él me convenció de cambiarme de ropa y ponerme un pantalón sobre el vestido. Me faltaba peinarme.

Cuando regresé al baño la escena me dejó horrorizada, era igualita a Psicósis. Tomé la misma toalla e intenté quitar las manchas de pigmento de las paredes de la tina, pero sólo logré extender el daño. Lo intenté con un poco de agua y jabón pero solo obtuve la apariencia de un gigantesco plato de mole mal lavado.

Angustiada por la hora decidí dejarla como estaba y bajamos al salón donde se llevaba a cabo la cena. Quería pasar desapercibida, que nadie notara mis ojos rojos y mi falta de glamour. Paso a paso comencé a relajarme, no ví a nadie vestido de manera formal, las playeras y los tenis abundaban. Uno que otro asistente usaba bermudas y chanclas. Ahora estaba a salvo, nadie me vería feo a pesar de no estar vestida como princesa.

La cena era bastante más informal de lo que esperaba, me encontraba formada en la barra del buffet cuando se acercó uno de los organizadores del evento para decirme –¡Hey, ustedes los mexicanos siempre tarde!– Sentí que sus palabras resonaron en todo el salón y yo me quería morir. Las lágrimas volvieron a asomarse en mis ojos y le contesté – I´m so sorryyyyyyyyy!!!

Sospecho que sorprendí al pobre hombre con mi sentida respuesta pues intentó consolarme diciéndome que no me preocupara, que los brasileños son más impuntuales. No sé que pasó el resto de la cena, sólo recuerdo que cuando regresamos al cuarto volví a intentar remover las manchas de la tina. Mi esposo me explicó que el personal de limpieza utilizaría un solvente especial al día siguiente. Por si las dudas llené la tina con agua para evitar que la pintura se secara.

A eso de las 3 de la mañana desperté angustiada y regresé al baño para corroborar que nada había sido un sueño. Al día siguiente todo seguía igual, nos bañamos y bajamos para asistir a la primera conferencia de la mañana. Yo pensaba con inquietud que la recamarera ya habría pasado por la habitación y trataba de imaginar cuánto nos cobraría el hotel por una tina nueva. En el primer receso corrí a la habitación y al entrar al baño me alegré al ver que la mayor parte del pigmento ya no estaba allí, excepto una muy bien definida huella* de uno de mis pies que resistió a todos los solventes.

No cabe duda de que «lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas».

 

*Aquí dejo una pésima foto de ella.